—¡Por vida de mi padre –dijo Sancho en oyendo
la carta–, que es la más alta cosa que jamás he oído!
[...]
—Ea, pues –añadió Sancho–, ponga vuestra merced
en esotra vuelta la cédula de los tres pollinos , y fírmela con
mucha claridad, porque la conozcan en viéndola.
—Que me place –dijo don Quijote.
Y, habiéndola escrito, se la leyó, que decía
ansí:
Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos,
señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco que
dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres
pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recebidos
de contado; que con esta, y con su carta de pago serán bien dados. Fecha
en las entrañas de Sierra
Morena, a veinte y dos de agosto deste presente año.
—Buena está –dijo Sancho–; fírmela vuestra merced.
—No es menester firmarla –dijo don Quijote–, sino solamente
poner mi rúbrica, que es lo mesmo que firma, y para tres asnos, y aun
para trescientos, fuera bastante.
—Yo me confío de vuestra merced –respondió Sancho–;
déjeme, iré a ensillar a Rocinante, y aparéjese vuestra
merced a echarme su bendición, que luego pienso partirme, sin ver las
sandeces que vuestra merced ha de hacer, que yo diré que le vi hacer
tantas, que no quiera más.
[...]
—A Dios, pues –dijo Sancho–. Pero ¿sabe vuestra merced
que temo que no tengo de acertar a volver a este lugar donde agora le dejo,
según está de escondido?
![]() |
|
|||
Capítulo XIX | Capítulo XXII | Capítulo XXVI | ||
Capítulo XXI | Capítulo XXV | Capítulo XXVII |