Sancho gobernador

Sancho, el escudero descrito al comienzo de la novela como alguien “con poca sal en la mollera”, revaloriza junto a su amo un sentido de la justicia que seguramente había adquirido ya en su vida campesina. Como parte de su proceso de quijotización, Sancho gobernador actúa como un sabio administrador de esa justicia que había guiado a su señor en muchas aventuras. Sus dictámenes, que le valieron ser comparado con el rey Salomón –conocido por sus decisiones ecuánimes y por su sagacidad para descubrir en un pleito quién mentía y quién decía la verdad–, parecen tan basados en la sabiduría popular como en los consejos que le diera don Quijote antes de su partida hacia la ínsula.

Los consejos de don Quijote

“Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como entre los sollozos e importunidades del pobre (...) Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de la injuria y ponlos en la verdad del caso. No te ciegue la pasión propia en la causa ajena (...) Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.(...) Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio sin la añadidura de las malas razones. Al culpado que cayere debajo de tu juridición considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia” (Cap. XLII, Segunda parte)
“(...) y si sufriere que des librea a tus criados, dásela honesta y provechosa más que vistosa y bizarra, y repártela entre tus criados y los pobres; quiero decir que si has de vestir seis pajes, viste tres y otros tres pobres, así tendrás pajes para el cielo y para el suelo (...)”(Cap. XLIII, Segunda parte).