Los Protagonistas

Famosos estereotipos: don Quijote y Sancho Panza, el caballero y su escudero, la locura y la cordura, el soñador hidalgo con la cabeza en las nubes y el labriego rústico de pata en tierra. Es verdad que don Quijote se vuelve loco de remate cada vez que monta a Rocinante, pero cuando lo desmonta suele decir frases que vienen del más puro sentido común, y en ocasiones pareciera que se hace el loco sólo para cumplir con el autor o el lector. Y Sancho Panza, el ramplón, el bruto, sabe ejercer con ejemplar sutileza su gobierno de la ínsula Barataria.
Eduardo Galeano. Don Quijote de las Paradojas. Página 12 – 13/02/2005

El contraste inicial entre don Quijote y Sancho es evidente. Y no sólo en el aspecto físico: el hidalgo posee sueños caballerescos, una locura idealizadora, cierta cultura y bastante ingenuidad; por el contrario, el escudero tiene los pies sobre la tierra, una sensatez elemental, rusticidad y bastante picardía. Sin embargo, a medida que la novela avanza, el contraste se atenúa, los dos personajes se acercan, el escudero comienza a parecerse cada vez más al hidalgo.

A Alonso Quijano, “del poco dormir y del mucho soñar se le secó el celebro”. A partir de ese momento está loco –según dictamina el narrador– y, una vez convertido en don Quijote, no sabrá distinguir entre la vida y la ficción literaria. La pasión del hidalgo por los libros de caballería lo lleva a trastocar lo que ve y a pensar que son los “encantadores” quienes transforman en bajo o vulgar todo lo que es noble.

Lo que es vil y corriente, en la Primera Parte de la obra, el caballero lo idealiza con valores de belleza y heroísmo. Todos los personajes que lo rodean insisten en sacarlo de su error, obstinándose en hacerle ver que los gigantes, los castillos o el yelmo no son sino molinos de viento, ventas o una bacía de barbero.

Sin embargo, en la Segunda Parte, la oscilación entre la realidad y la fantasía irá disminuyendo en la mente del caballero y don Quijote accederá en ocasiones a escapar del supuesto encantamiento y a percibir la realidad tal cual es. Su escudero, mientras tanto, se irá haciendo más ingenioso y parecerá contagiarse de la locura del hidalgo, a tal punto que será él quien –al verlo derrotado y triste– incite a su amo a retomar las andanzas caballerescas. Este proceso de transformación ha sido denominado por los críticos como la quijotización de Sancho.

Cervantes fue un creador de individuos, hombres de carne y hueso, ejemplos de cuerpo y alma que se hicieron viviendo en las páginas de la novela. El personaje de una sola pieza –dice Francisco Marquez Villanueva– se queda sin presente y sin futuro en la literatura.

Y este personaje, don Quijote, como su escudero, se inmortalizan universalmente hasta el punto de que sus nombres incorporan sentidos nuevos al lenguaje:

 

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