La escolaridad de nuestros hijos en casa.

Estrategias para seguir acompañándolos y sostener una buena dinámica familiar. Por la Lic. Paula Chumbita.

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Estamos a casi 6 meses de recorrer junto a nuestros hijos su escolaridad. Muchas veces nos olvidamos de eso, que es suya y no nuestra.

Es difícil el proceso... De repente nos vimos incluidos sin permiso y sin mucho aviso previo en este nuevo rol, o mejor dicho, en una dimensión aparentemente novedosa del que siempre tuvimos porque educadores somos, fuimos y seremos siempre. Como cuando nos vamos de viaje a un destino lejano y planificamos todo lo necesario, inclusive las estaciones de servicio disponibles en ruta para recargar combustible, también es necesario realizar pequeñas paradas en el transitar de esta pandemia. Nosotros como adultos, y a diferencia de los chicos, tenemos ya desarrolladas nuestras funciones cognitivas más complejas, las ejecutivas. Gracias a ellas somos capaces de anticipar, planificar, organizar, regularnos…y por tanto, capaces de prestarles “un poco” de las nuestras mientras las suyas están en pleno proceso de desarrollo. Es decir, necesitan de un otro que acompañe y modele, que muestre con su propio testimonio, que convide estrategias, modos posibles para luego apropiárselo con su tinte personal y único.

Este contexto nos posibilitó verlos en primera fila aprendiendo e interactuando con “lo escolar”. Los miramos, los acompañamos, los ayudamos, podemos ver sus áreas de fortaleza y las de mayor desafío. Estas últimas en varias ocasiones nos frustran y eso se termina traduciendo en agobio, enojo, reto… Estamos todos más cansados, ellos y nosotros, la novedad de aprender en casa sin la seño, sin los amigos, sin el recreo y con la mirada permanente de mamá y papá cambia su representación sobre el aprender y conlleva un esfuerzo de adaptación que se va renovando semana tras semana.

En torno a eso, nos puede ser de ayuda “refrescar” algunas estrategias que nos sirvieron y otras que podemos “renovar”:

  • Sostener rutinas: simples, visibles, compatibles con la dinámica familiar diaria y las exigencias de los adultos. Visibles en el sentido de ser comunicadas a los chicos, que ellos también puedan estar al tanto de las mismas, que estén a su alcance y comprensión. Esa secuencia anticipada les brinda seguridad, confianza, capacidad para “prepararse para” aquello que vendrá. Las rutinas son límites en el sentido de pautas que ordenan, delimitan, organizan. Como tales, si bien compartidas y accesibles, son consensuadas y acordadas por los “grandes” de la casa.

  • Identificar necesidades concretas: tomarnos esas pequeños altos en el camino para reconocer en qué actividades o momentos del día nos necesitan presentes, con una disponibilidad consciente donde realmente podamos estar brindándoles aquello que nos están pidiendo. Muchas veces no pueden expresar esas necesidades en palabras pero sí en sus conductas nos dejan entrever algo de ello. Es un pequeño (no tan pequeño) tetris que hacemos para acomodar esos momentos según el resto de las exigencias con las cuales nos toca lidiar. Podemos dejar la tarea de Matemática para el momento posterior al almuerzo donde tenemos un corte en nuestro trabajo, o bien luego del desayuno mientras planificamos nuestro día y compartimos ese “espacio de trabajo conjunto” para organizar las actividades pendientes a realizar. Reconocer aquello que pueden lograr solos y aquello donde necesitan de nosotros nos ayuda a “dosificar” esfuerzos.

  • Pasarnos la posta: identificar cuando estamos muy cansados o atravesados por otras circunstancias que nos insumen mucha de nuestra energía, nos abre la posibilidad de poder pedir ayuda. Los chicos también se benefician de interactuar con diferentes adultos que les ofrecen diversos recursos. Así como también del modelo del adulto que logra reconocer y gestionar sus emociones.

  • Intentar abandonar las afirmaciones para ofrecer ayudas en clave de preguntas: a veces pareciera ser más sencillo decirles lo que tienen que hacer, es más rápido y seguro, pero como decían los abuelos “pan para hoy, hambre para mañana”. Hoy los chicos no tienen la oportunidad de generar esos espacios de reflexión tan ricos dentro de las aulas, de las salas, junto a los docentes y compañeros que los facilitan. Tengamos en claro que, más que el “qué”, nos importa el “cómo”. Cuando llegan actividades tomémonos un tiempo para preguntarles qué comprendieron de lo que hay que hacer, cómo lo resolverían o cómo lo suelen hacer. Es un pequeño ejercicio que, además de generar autonomía y confianza, los ayuda a crecer en su metacognición (poder pensar sobre su propio pensamiento).

  • Valorar explícitamente los logros: los mismos entendidos como procesos más que como resultados. Poder decirles “cuánto te esforzaste para hacer estas cuentas”; “me dí cuenta del tiempo que te llevó responder a estas preguntas, ¡eran re difíciles!”; “mirá cómo pudiste leer estas palabras después de haber practicado tanto”...saberse reconocidos por sus acciones los lleva a descubrir el valor del esfuerzo, de la persistencia, de que ellos mucho tienen que ver con lo que aprenden, más allá de los que reciben de sus papás o de la seño.

  • Habilitar y validar sus emociones: darles lugar nombrándolas, de ese modo podemos pensar en qué hacer con ellas. Al comienzo del período de aislamiento nos ocupamos de brindar información y después lo dimos por entendido...pero, al igual que nosotros, ellos también siguen teniendo dudas, nuevas inquietudes, temores, pensamientos, percepciones. Preguntemos qué piensan o saben de lo que está ocurriendo, cómo se sienten, qué les gusta y que no tanto de esta situación. A veces cuando los vemos chinchudos renegando sobre la tarea basta con poder compartir un “es difícil tener que hacer la tarea en casa, ¿no?”, “me parece que hacer la tarea con los amigos del cole es más divertido”, “mamá a veces se enoja cuando no encuentra la forma de ayudarte”.

  • Capturar momentos de disfrute compartido más allá de las actividades escolares: encontrarnos en la alegría, en la risa, generandonos placer mutuamente es ese cuarto de tanque de nafta que necesitamos para seguir andando en ruta...

“Nunca nadie supo qué pasaría más allá del tiempo presente. Los pronósticos a veces se cumplen y a veces no; pero ser o no buen padre no se liga a conocer el porvenir, sino a construir en el corazón de nuestros hijos un orden que los haga fuertes y nobles para atravesar cualquier circunstancia con la mayor integridad posible. Ese orden se nutre, sin duda, de la esperanza”.

Espeche, M. “Criar sin miedo”
Lic. Paula Chumbita.