El desafío de construir una catedral nueva o de concluir una ya empezada hace más de cien años, implica una profunda evaluación de la situación actual, que lleva implícito un análisis de valores relacionados al patrimonio y su perdurabilidad, a la memoria colectiva, a la consideración del espacio sacro contemporáneo, a la identidad y al respeto por las normativas tanto urbanas (locales), como relacionadas al patrimonio cultural (nacionales e internacionales).
En este proyecto el respeto al patrimonio de la comunidad implicó considerar esa valiosa preexistencia tomándola como punto de partida para la definición del nuevo proyecto, por lo que propone una arquitectura contemporánea que se integra por oposición armónica: planos simples, lisos y claros que dialogan con el ladrillo oscuro y texturado preexistente, buscando así evitar la idea de un “falso histórico” y reforzando el concepto de los valores de austeridad y simpleza.