Técnicas artesanales
Para confeccionar sus máscaras, los Chané utilizan la madera del yuchán o palo borracho, al que denominan samou. La búsqueda de la materia prima es una tarea que hace el varón y todo el proceso es una ceremonia que refleja respeto por la naturaleza y su entorno.
El día empieza con esta actividad: los hombres se internan en el monte a la mañana muy temprano, -a veces deben recorrer varios kilómetros hasta encontrar el árbol indicado- y vuelven por la tarde. Algunos obtienen su material rápidamente para continuar el trabajo en sus casas, pero otros, deben realizar los primeros cortes en el monte para que - en su viaje de vuelta- la carga no sea tan pesada. Allí voltean un árbol grande, lo pelan y lo trozan en tajadas; salen unas 5 tajadas de cada árbol.
Antes de cortar el árbol realizan un ritual en el que piden permiso a la Pachamama a través de plegarias y ofrendas. Trabajan siempre, -y aquí otra de sus enseñanzas-, en total armonía con la naturaleza.
“Volcar los troncos, trozarlos en medio del bicherío y la maleza y cargarlos al hombro por kilómetros hasta el hogar es sumamente agotador y sacrificado. Por eso de chiquito mi viejo no quería que lo acompañara, pero yo lo 'huellaba' hasta el monte hasta que logré convencerlo de que no me cortaría con el cuchillo”, relata Genaro López en una entrevista realizada al FNA.
Las herramientas que utilizan son muy sencillas: hacha, machete, piedras de colores, hojas, pinceles de pelo de acutí. La madera del samou recién cortada es blanda y fácil de tallar. Las máscaras, una vez talladas se dejan secar al sol o adentro, cerca de la cocina, por unos 3 a 5 días, finalmente las lijan y pintan.
La pintura se realiza con pigmentos naturales, extraída del afluente más cercano, como el río Caraparí. Los colores son tomados de las piedras, como el amarillo, marrón y rojo, y los pigmentos se extraen por frotación. También utilizan el carbón. Para lograr el color blanco usan el caracol, puesto en la brasas por unos segundos. En la actualidad esta tarea algunas veces es asumida por las mujeres de la comunidad.
El oficio comienza de muy pequeños, siendo niños y es trasmitido de generación en generación.
“Cuando era chico, 10 u 11 años, ya agarraba el cuchillo y empezaba a practicar , no me salía y me cortaba, porque es difícil aprender.. no es rápido, pero he aprendido, ya cuando era mas grandecito, yo por mi cuenta, practicando...” cuenta Bernabé Díaz, otro mascarero entrevistado.
En lo que respecta a las representaciones, realizan figuras antropomorfas y zoomorfas. Entre las formas zoomorfas más tradicionales se encuentran el loro, el tucán, el perro, el venado, el chancho de monte, el jaguar, el puma, el mono y el perro. También cabezas de toro, caballo y chivo. Asimismo, tallan el rostro humano (representaciones antropomorfas), que poseen una particular estilización, al menos en las más tradicionales. Las representaciones de animales son muy realistas y dejan vislumbrar el conocimiento acabado del artesano, acerca de sus características morfológicas. Algunas máscaras sólo representan el rostro y otras llevan häti ndechi o aña-ndechi; máscara que representa a un anciano con una especie de gorro de tipo trapecial. El häti (gorro) lleva distintos motivos decorativos, calados y/o pintados, en algunos casos con figuras geométricas entre los diseños más tradicionales, junto a estilizaciones de fitomorfas, y representaciones del sol, la luna y/o las estrellas.
Cada comunidad - y cada artesano- tiene un estilo y sello particular que se observa en los dibujos, color, pelajes y plumas de cada máscara. Ahí se plasma su imaginación y cosmovisión para capturar de este modo el espíritu de sus ancestros y de la fauna en extinción.
Fuentes:
“Es importante dar a conocer nuestra cultura y transmitirla a los más jóvenes para que no desaparezca” Entrevista en el sitio oficial del Fondo Nacional de las Artes. Ministerio de Cultura de Argentina.
"Máscaras no sólo para el carnaval" Nota del diario Pagina 12. Edición impresa. 11 de noviembre de 2018.