Recomendado del mes: Nacha en Pijama

Por: Clara Galliano, Luisa Giovo y Ricardo Gie.

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Cultura en Grande tuvo el placer de acercarse hasta el Teatro Astros un domingo por la noche para deleitarse con “Nacha en Pijama”, un espectáculo en el que Nacha Guevara hace gala de su versatilidad y talento como actriz, cantante y comunicadora.

Cultura en Grande

La obra es un unipersonal que, desde un amplio registro humorístico y emotivo, mezcla un abanico de sentimientos por el incumplido festejo de sus 80 años en plena cuarentena. Sentimientos que nos atravesaron a muchos de nosotros durante el tiempo de aislamiento y que ella tan bien caracteriza a través de líneas intensas y efervescente verborragia. En el desarrollo, expone las emociones que seguramente podría haber disfrutado de no aparecer “la puta pandemia”. 
 

A través de monólogos, canciones y diálogos con el público, Nacha aborda temas como el amor, la vida, el paso del tiempo y la búsqueda de la felicidad. Su estilo característico, lleno de humor, ironía y emotividad, permite que el espectador se sienta identificado y conectado con las experiencias y emociones que Nacha comparte en un escenario donde la música, los colores de la escenografía y los diversos juegos de luces invitan al público a sumergirse en un universo casi onírico


Nacha genera risas prolongadas con intervenciones inesperadas, como cuando una planta recorre la escena, o los diálogos telefónicos que se dan con Marcelo Polino. Estas llamadas actúan como acicate para recomponer su figura y “verse bien”. Es que el frustrado octogenario festejo ya no es un fastidio. Superado ese conflicto, su vitalidad le permite ver -con claro optimismo- que después de toda noche oscura, sale el sol.


Reconocemos en Nacha a una referente del teatro argentino con un amplia trayectoria internacional, admiramos su talento, su carisma, el movimiento escénico y su gran empatía con el público. Su carisma y presencia escénica, combinados con su habilidad para entretener y emocionar, hacen que esta obra sea una experiencia única y cautivadora para el público. 
 

Luego de la función nos acercamos a los camarines en nuestro flamante rol de periodistas de la revista Cultura en Grande. Nos inquietaba conocer un poco más sobre su perspectiva respecto a la nueva longevidad. Aquí, nuestra conversación. 
 

CEG: Nos intriga saber sobre el proceso que has atravesado al realizar esta obra que, aunque autobiográfica, nos representa a todos. ¿Esta visión que tuviste, fue liberadora? 


NG: Siempre es sanador llevar una problemática al proceso creativo y, a la vez, creo que siempre hay algo que sanar cuando se hace una obra artística. Nacemos para sanarnos. En ese proceso es posible, además, que se sanen cosas de los demás. El propósito final del arte es ese: hacer belleza y sanar


CEG: Quienes te seguimos siempre y sabemos cómo fue tu carrera, te hemos visto repetidamente derribando estereotipos. Si hay alguien que supo marcar “lo que no se debía”, esa eras vos. Nosotros participamos de una revista para adultos mayores que se dedica a derribar estereotipos y nos gustaría saber tu postura respecto a la edad. ¿Cómo pensás que la sociedad debería empezar a cambiar?


NG: Hay muchas cosas que socialmente ya no se discriminan pero a la edad todavía no le llegó esa “no discriminación”. Todavía está eso de “éstos viejos de mierda”... Nadie se ha ocupado todavía de esta discriminación por años. Parecería que es vergonzoso envejecer, que está mal y que hay que esconderse. Porque envejecer es sinónimo de decaer. Y eso no es necesariamente así. Hay gente que envejece y decae. Y hay gente que envejece y no decae. No es algo automático, incluso hay gente que decae cuando tiene cuarenta años.


Yo tuve una abuela que estaba loca, por suerte, y que rompió todos los modelos de lo que debía ser una “mujer grande” en una época en la que eso era muy raro. Dicen que uno envejece como ve envejecer, eso lo dicen los científicos. Como uno vio envejecer, así va a envejecer. Y el primer modelo que en general tenemos es el abuelo o la abuela. Y esa fue la abuela que yo tuve: que iba contra todas las normas, que se divorció cuando se le antojó, que tenía parejas a los setenta años y caminaba por la calle con unos tacos altísimos (por delante de la casa de mi abuelo para exhibir el novio nuevo), que estaba siempre muy producida. Era un poco mucho, pero no importa. Bienvenida. Porque era una mujer a la que no le importaba la opinión ajena, era una maestra. 


CEG: Cuando empezaste la obra dijiste que estabas cansada. ¿Eso lo pusiste como algo del argumento, para comentar la obra, o realmente te sentís cansada?


NG: A veces como vos, como ella, como cualquiera, una se siente cansada y harta también. Pero eso no tiene que ver con la edad. Porque hay cosas que están pasando en el mundo y en el país, que nos hartan a todos. Y además, el teatro es una exageración de la realidad. Porque si yo te muestro lo que me pasa sin hacer arte, es un aburrimiento. El arte es una realidad aumentada, como si la vieras con una lupa. 


CEG: Siempre fuiste de ir al frente, de luchar, asumiendo cambios políticos. ¿Creés que el arte influye en los cambios y en la sociedad?


NG: En los años sesenta, cuando éramos muy jóvenes, creíamos que una canción podía cambiar el mundo. Ojalá volviera ese tiempo en el que se creía eso, o que un poema podía cambiar el mundo, porque había sueños colectivos. Hoy hay más sueños individuales, muy pequeños. Esos años me tocó vivirlos en el Instituto Di Tella, que era un lugar extraordinario donde aprendí el derecho a equivocarme. Eso era el Di Tella: un lugar para experimentar y equivocarse, porque en el experimento siempre hay aciertos y errores. Marcó rumbos. Después se cerró, y después vino la dictadura. Y ahí se hizo un bache que nunca llenamos. 


CEG: ¡Podemos llenarlo ahora!


NG: ¿Por qué no? Así que canten, bailen, diviértanse, rompan los esquemas y escandalicen a los jóvenes. Por favor. 


Y aquí en el teatro estaremos esperándolos. No es un espectáculo necesariamente para personas mayores, pero sí para gente sensible. No importa la edad. Llega a lugares profundos y es muy divertida. Vengan y ¡Díganle a sus compinches que vengan!