Según el informe del año 1935 publicado en la revista educativa El Monitor de la Educación Común: «cada comedor constituye hoy un establecimiento prestigioso y de vastas proyecciones sociales y educativas. En su comienzo, cumplían una misión puramente de beneficencia, más en la actualidad, persiguiendo el concepto que ha primado en las autoridades del Consejo al crearlos, están orientados dentro de las normas de organización capaces de complementar la obra de la escuela común, llenando, al propio tiempo, las necesidades en el orden higiénico, de urbanidad y buenas costumbres.» (El Monitor de la Educación Común (1936) Recursos y Gastos).
Los comedores escolares ofrecían más que alimento a los y las estudiantes. También impartían dentro de su programa cursos de higiene, «urbanidad» y salud destinados a las familias. «El comportamiento durante la comida denota un progreso ostensible. Es índice de ello el hecho de que, habiéndose dotado para el servicio de mesa de platos de loza, no se registran rupturas.» (El Monitor de la Educación Común (1935) Recursos y gastos. Educación Común en la Capital, Provincias y Territorios Nacionales Buenos Aires: Consejo Nacional de Educación).
Las Visitadoras que pertenecían al Equipo Médico Escolar eran las encargadas de ofrecer los cursos para padres y madres de los alumnos y alumnas. Ellas prevenían contra los peligros de ciertos alimentos para la salud del escolar y destacaron los beneficios de otros: «Se prohibirán terminantemente todas las bebidas que contengan alcohol. Se rechazarán las infusiones solas, porque son excitantes del sistema nervioso. El mate cocido, rico en vitaminas, hierro y calcio, puede incluirse en la dieta acompañado de leche.» (El Monitor de la Educación Común (1948) La alimentación del escolar).
Huellas de la escuela recorre algunos hitos de la historia de los comedores escolares en las escuelas de la Ciudad mediante los archivos y bibliotecas que se conservan en las instituciones educativas.