El reposo. Juan Nördlinger

Desde el 29 de octubre hasta el 11 de diciembre en la sala Eduardo Sívori.

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El teatro del absurdo consolida sus bases en 1948, cuando el irlandés Samuel Beckett escribe su radical pieza Esperando a Godot. Nadie sabe de quién se trata este enigmático personaje, pero los protagonistas le aguardan con la ilusión de remediar sus penurias. Cuando se enteran de que Godot “no vendrá hoy, mas es posible que mañana sí”, acuerdan retornar al día siguiente, entre la decepción y el lamento. Pero en el siguiente acto, no acontece más que lo mismo, dando paso a una redundante suposición. El tan ansiado Godot nunca aparece, pero su ausencia asevera una cosa: la continua e irremediable repetición de la existencia humana.

Cuando vemos los sillones y las sillas de Juan Nördlinger, no podemos evitar pensar en quiénes y por qué las usaron. Nos sentamos para descansar, para observar, para reflexionar, y desde esa posición, el asiento registra en su interior la metamorfosis del usuario, su sosiego, su impaciencia, su envejecimiento. Nördlinger desarma los muebles, los desgarra en un plano simbólico tal como el tiempo lo hace físicamente, y de esa forma interpreta la más íntima herida escondida en el más inocente remanso. ¿Cuánto misterio queda encerrado en las entrañas de nuestros sillones?

El reposo. Juan Nördlinger

Por la vía austríaca materna, a Nördlinger lo obsesionan las juguetonas tramas textiles que atraviesan muchas de sus obras. Ya sean antiguas mantas floreadas, delicados tapizados con rocalla o estridentes frazadas de patchwork, se alzan como alegatos a favor de la sensualidad de las formas curvilíneas. Aquellos ornamentos ondulantes y rebeldes, propios de la secesión vienesa de fines de siglo XIX (a los que el arquitecto Adolf Loos se atrevió a calificar de delictivos) son para la obra de Nördlinger un latido orgánico, un pulso vital.

Por fuera del objeto en sí mismo, el artista casi no ofrece indicadores de espacio, pero desarrolla un campo textural que, como personaje dramático, abriga -¿o engulle?- a su centro gravitante, que es el sillón fagocitado y consumido por su propia condición. Son limbos cromáticos trabajados alquímicamente, respetando los efectos del agua derramada en plano sobre el acrílico, y capaces de abrir un universo onírico con fuerza visceral.

Lic. Yamila Valeiras - Curadora MBQM