Se trata nada menos que de la Exposición Internacional de artículos de decoración, regalos y afines más importante de todo el país. En ella, participan más de 130 empresas caracterizadas por la excelencia y sus productos de la mejor calidad.
El pasado miércoles 27 de octubre tuvo lugar el evento, cuya edición está vez incluyó la participación de emprendedores y emprendedoras del Barrio Mugica. Fueron 3 días consecutivos de exposiciones, que terminó el sábado 30 del mismo mes en donde asistieron más de 12 mil visitantes.
Con colores típicos, imágenes y productos estrellas, todo el grupo llevó un pedacito del Barrio Mugica a una de las exposiciones más grandes y emblemáticas del mundo del diseño y la decoración. Significó un gran desafío, en donde cada uno de ellos se esforzó y trabajó muchísimo para cumplir las expectativas de este gran evento.
Cafira fue una oportunidad más para demostrar que la integración definitiva del Barrio Mugica a la Gran Ciudad es posible y, cada vez más, se torna una realidad irrefutable. Dar visibilidad a la cultura del trabajo, a las experiencias y a las tradiciones que existen en el barrio es un paso obligado en ese objetivo.
Son ocho los emprendedores y emprendedoras que asistieron, cada cual con su variedad de productos y con una trayectoria propia. Camila, quien arrancó a coser a mediados de la pandemia muñecos y luego se animó a crear Amigurimis, su emprendimiento. Brian que empezó en el 2017 pintando toritos peruanos, con la intención de mostrar y compartir la identidad sudamericana a través de sus piezas. También estaba Andrea, quien a pesar de no haber podido estudiar, siempre fue una apasionada del arte y aprendió mirado como otros pintaban. A los 60 años se animó a pintar sus propios cuadros y hoy, nueve años después, sigue apostando a su pasión.
Pablo fue con sus rompecabezas de madera, su juego preferido desde la infancia y el que ahora fabrica ofreciéndole a sus clientes una oportunidad para compartir tiempo libre con amigos o familia. Por su lado, estaban presentes las ollas de barro, las cazuelas, platos, fruteras de Marcos, junto a muchos otros recipientes. Directo de Salta, su familia fabrica los típicos elementos de barro que se usan allá mientras él busca incorporarlos a la cocina porteña.
También estaban Miguel y Luis, padre e hijo, quienes recuperan garrafas, termotanques y otros envases cilíndricos para construir chulengos, parrillas artesanales y todos los accesorios necesarios para hacer un buen asado. De esta forma, le dan una segunda vida a materiales que de lo contrario hubiesen sido desechados. Susana fue pionera en el rubro de mueblerías en el barrio, y con el tiempo fue progresando al punto de que hoy tiene su propio comercio. Ella llevo un banco de barra, un perchero, estanterías, portamicroondas, cajonera y un ropero.
Finalmente, el grupo de emprendedores que nació en plena pandemia llamado Almatrama llevó todos sus productos: almohadones, toallones, bolsas de tela, manteles, mochilas, entre otros. Empezando con la fabricación de tapabocas, fueron creciendo en el mundo textil, ampliando sus fronteras de producción y enfrentando nuevos desafíos.