Abril 2020

Columnas de opinión del Procurador General

Compartir en redes

“Los abogados frente a la emergencia”

La excepcional situación de emergencia que toda la Humanidad atraviesa nos sacude y conmueve. La pandemia del coronavirus jaquea y amenaza no solo la salud sino también la normalidad de nuestras condiciones de vida. Si el derecho sirve para organizar y regular nuestra convivencia social, está claro que el orden jurídico debe también proporcionar las soluciones para enfrentar estas delicadísimas circunstancias.

En este contexto, dicho desafío se nos presenta hoy como profesionales del derecho de manera dual. De un lado, las tareas que debemos desarrollar desde nuestro rol de abogados del Estado y servidores públicos. Y del otro, las reflexiones que nos va suscitando el nuevo escenario local e internacional que seguramente implicará una modificación de los paradigmas jurídicos y políticos vigentes.

Nuestra diaria tarea en la Procuración General se ve afectada lógicamente por el modo de realización de las mismas debido al distanciamiento social preventivo y obligatorio.

Gracias a la efectiva labor de nuestros equipos de Tecnología e Informatización nos resulta posible desarrollar con normalidad desde nuestros hogares el trabajo remoto y a distancia con todas las herramientas habituales que disponemos, por lo que continuamos llevando a cabo nuestras funciones. Y aunque las tareas consideradas esenciales sean las que llevan a cabo principalmente el personal afectado a la salud y seguridad, está claro también que por las misiones constitucionales que nos han sido encomendadas, tenemos un rol clave que seguir cumpliendo en estas circunstancias excepcionales.

La actividad judicial se ha visto disminuida en virtud de la feria decretada pero de cualquier modo requiere de respuesta y atención en las causas de urgencia que se plantean. El incumplimiento de las condiciones al circular sin el permiso correspondiente motivó, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, la detención de centenares de personas y de miles de demorados, además del secuestro de vehículos. El regreso de argentinos provenientes del exterior tuvo también alguna derivación judicial como en el caso de la causa penal abierta por el caso del pasajero de Buquebus (donde fuimos aceptados como parte querellante) y los rechazos in límine de varias acciones de habeas corpus interpuestas por quienes aducían estar detenidos en forma ilegal y arbitraria cuando fueron alojados en hoteles donde debían cumplir la cuarentena.

Desde nuestra función como asesores para asegurar la legalidad de los actos gubernamentales venimos prestando una incesante labor en las compras y contrataciones de urgencia que la emergencia sanitaria conlleva, como así también de apoyo a las restantes áreas del Gobierno que se ven impactadas en sus programas y proyectos por esta situación de excepción.

Como servidores públicos, pudimos también en la Procuración General (como ocurrió también en muchas otras áreas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ) constituir un equipo de voluntarios para atender los hoteles que reciben a los pasajeros del exterior. La nobleza y compromiso de las treinta personas con quienes compartimos tan inusual experiencia es un ejemplo que nunca terminaremos de valorar y agradecer.

Más allá de la realización de todas estas tareas en estas intensas jornadas, no podemos también dejar de considerar, desde una perspectiva jurídica algo más reflexiva, los impactos que esta pandemia dejarán en nuestra vida personal y colectiva. Nos vienen a la mente múltiples interrogantes. ¿Cuál debería ser el límite aceptable para la intervención estatal en resguardo de la imperiosa necesidad de proteger la salud de la población? ¿Cómo hacer frente a la formidable destrucción de valor de la economía generada por esta crisis? Desde ya pensamos que la regla del sacrificio compartido debería primar frente a la tentación individualista del ¨sálvese quien pueda ¨. Esta crisis sanitaria, que por vez primera tiene un carácter verdaderamente global, debiera también dar lugar en la reconstrucción a un esfuerzo concertado de la comunidad internacional antes que la fría y dura aplicación de la regla de la soberanía nacional. En fin, son por ahora más preguntas que respuestas, todas ellas ciertamente inquietantes.

Seguimos todos en nuestras casas que son, hoy por hoy, la mejor manera de cuidarnos entre todos. Como decíamos en nuestra última columna, tratemos de aprovechar estos días para crecer y mejorar en nuestra interioridad y, al propio tiempo, seguir atendiendo todos los frentes que nuestras obligaciones nos exigen.