Exhibiciones temporarias

Programación en la Casa Fernández Blanco
Hipólito Yrigoyen 1420

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Fu Manchu. El más grande espectáculo de magia

Una exhibición de los aparatos, vestuarios y objetos que acompañaron al gran ilusionista. Colección Martín Pacheco.

Curador: Patricio López Méndez

FU MANCHU en uno de sus espectáculos (circa 1940)
FU MANCHU en uno de sus espectáculos (circa 1940)

El último tercio del siglo XIX y los comienzos del XX fueron idealizados a posteriori como la Belle Époque, la edad de la inocencia porque aún no había padecido las crueldades de la Gran Guerra. Para unos pocos fue un periodo de alegría desenfadada y progreso indefinido, y para la gran mayoría siguió siendo de múltiples privaciones y miserias.

Para estos últimos, el ilusionismo representó la mejor vía de escape, ya que, por unos centavos, los hacía partícipes “del más grande espectáculo de magia”, donde no cabía el dolor sino la sorpresa y el asombro y donde los magos, esos seres rutilantes, temibles y sobrenaturales, cada noche, hacían que la fantasía fuera posible.

David Bamberg (1904-1974), conocido como Fu Manchu, fue el más grande ilusionista de los escenarios argentinos del siglo XX. Heredero de una dinastía de magos holandeses, construyó un arte profundamente teatral, visual y humorístico, hecho de asombro y precisión.

La muestra reúne los materiales de sus shows: trajes, aparatos ilusorios y objetos que hacían posible lo imposible. Como escribió él mismo: "Un fantástico mundo de misterio e ilusión permanece encerrado en estos vetustos cajones."

En estos tiempos donde las realidades virtuales nos envuelven sin aviso, estos objetos nos transportan a una época en donde los creadores de ilusiones no tenían como objetivo engañar al público, sino abrir puertas al asombro, la ternura, el humor y el misterio.

Fu Manchu, el más grande espectáculo de magia (Estación dentro del Montaje de la Muestra)
Fu Manchu, el más grande espectáculo de magia (Estación dentro del Montaje de la Muestra)

De blanco te esperé…

Curaduría: Patricio López Méndez

Junto a una selección de trajes de boda, producidos entre 1870 y 1926, presentamos la donación del Ing. Carlos Vertanessian, consistente en cientos de retratos fotográficos de bodas del mismo período.

Con la ley de matrimonio civil de 1888, el Estado asumió la autoridad de registro del contrato celebrado por los contrayentes. Sin embargo, la ceremonia religiosa, con la pompa que permitiera cada bolsillo, siguió siendo el acontecimiento primordial. El ritual invariablemente concluía en un retrato de bodas donde el fotógrafo fijaba la imagen del acontecimiento.

Desde el casamiento de la reina Victoria en 1841, el blanco se había impuesto como símbolo de la doncellez. Mientras muchas hicieron el esfuerzo para lucir un vestido blanco que jamás volverían a usar, otras siguieron casándose con el mejor traje sin importar su color.

Por entonces, los protocolos de luto eran muy rigurosos, por lo que vestir de negro era habitual en la vida de cualquier adulto. Por tal razón, el mejor traje para una boda y para usar en muchas ocasiones era un traje negro, reservando el blanco para el velo, los guantes y las flores.

Estas fotos registran trajes lujosos que contrastan con otros más sencillos. Así también describen escasos contactos físicos y la seriedad expresiva de un compromiso donde no siempre intervenía el amor.

“De blanco te esperé” congela el instante memorable de la unión de dos personas, pero también nos recuerda que hubo una sociedad que en su conjunto creyó que el único lugar posible para una mujer era esperar.

Yrigoyen, Hipolito 1420