A pocos kilómetros de la Ciudad, en un pulmón de aire y verde, Cristian Kuperbank nos abre las puertas de su casa. Nos recibe con una sonrisa y nos prepara un mate para contarnos su historia y la de Lola, su perra rescatista que falleció hace unos meses, tras haber rescatado centenares de vidas víctimas de catástrofes en distintos lugares del mundo. “Mucha gente conoce a Lola. Desde que empezó a tener una difusión mediática por su trabajo yo dejé de tener un nombre y pasé a ser “el dueño de Lola”. Era increíble lo que la gente la empezaba a conocer y a querer. El otro día en un programa de radio que se llama Trotamundos, una señora escribió diciendo: Mi hija más chiquita se llama Lola por tu perra”. Esas cosas son muy fuertes. Uno pierde el eje de la magnitud de lo que hace. Y por otro lado, nosotros creemos que tendría que ser normal ser solidario.”
Así comienza Cristian a describir su trabajo, como algo natural. “Tendría que ser como normal que la gente ayude. Uno todos los días puede rescatar a una persona desde distintos lugares. Desde rescatar a una persona como hacemos nosotros en emergencias, o desde simplemente darle un vaso de agua a alguien que no lo tiene, o darle una mano a alguien que sufre desigualdad o violencia doméstica. Hay un montón de causas dando vuelta que si mirás un poquito a tu alrededor capáz que tenés a tu vecina que pasa por diez mil problemas que no podés solucionar. Quizás es lo más grandioso para esa persona que aunque sea le des cinco minutos de tu tiempo y lo escuches.”
Cristian tiene tan sólo 27 años y desde los 20 se dedica a entrenar perros. Hijo de un entrenador canino de la Fuerza Áerea, quiso formarse y dedicarse también a esto. Viajó a España y participó de un curso donde aprendió a entrenar perros para búsquedas en situaciones de emergencia. Cuando volvió a Argentina fundó la ONG sin fines de lucro Unidad Canina de Rescate Ezeiza. “Cada cual tiene que encontrar su causa, nosotros encontramos la nuestra que es trabajar con perros de rescate para este tipo de situaciones. Pero al mismo tiempo vamos sumándole como programas de ayuda paralela para que la gente pueda ayudar de otra manera. Por ejemplo, dentro de nuestra ONG tenemos un programa que se llama “Las aventuras de Lola” donde la gente va a escuchar la vida de Lola y el valor de la entrada es lo que se necesite en esa ocasión. Tratamos de no quedarnos sólo en eso de pensar que mañana vamos a un rescate y volvemos a casa. Si bien aquello lleva una logística, esto también incide. Imaginate todo lo que podés lograr o conseguir… Siempre hay gente que tiene ganas de ayudar y necesita que le digan desde dónde puede hacerlo.
¿Cuál es el trabajo que hace la ONG?
Nos dedicamos a formar personas y perros para intervenir en situaciones de emergencia. Tenemos personas que no intervienen pero son parte de la logística. Por ahí una persona que se ofrece como voluntario y es diseñador gráfico, etc. La ONG se conforma de distintas partes. Como en un programa de TV que vos ves sólo al tipo que está frente a la cámara, pero detrás hay un montón de gente. Bueno, mi equipo es así.
¿Cómo funciona un operativo de rescate?
Cada misión que sale a cualquier parte del mundo la pagamos nosotros. O sea, cada miembro se paga su pasaje de avión. A una emergencia no te llama nadie. No es una fiesta a la que te tengan que invitar. Uno se autoconvoca, llega al lugar y se pone a disposición de las autoridades. No todos los gobiernos tienen perros de búsqueda y de rescate. Si yo me fijo 7 u 8 años atrás no era común ver en la tele a un perro de rescate. Cuando fue lo de la AMIA, vinieron perros de Israel, por ejemplo. No era algo de todos los días y no es algo que sobre. Nosotros lo que hacemos es eso: hay una emergencia, nos comunicamos con la autoridad, nos ponemos a disposición y muchas veces vamos hasta el lugar y nos ponemos a predisposición en persona. Porque no es lo mismo ponerte a disposición a un montón de kilómetros de distancia que llegar.
Cuando son viajes muy largos, ahí sí tenés una logística y una coordinación. Son las 72 horas más aceleradas de tu vida. Yo compro el pasaje el día que me voy, el más caro. Me llega un mensaje del encargado de logística que tiene un sistema de alerta temprana, un soft que le marca cualquier emergencia, cualquier cosa que pasa en cualquier parte del mundo desde un terremoto o un derrumbe hasta el movimiento violento de una boya en el mar. Él también define si nosotros hacemos falta. Porque hay terremotos todos los días y no todos tienen la misma gravedad. La idea es que vos vayas y que seas el ángel de la guarda para los tipos ahí, que le caigas del cielo, eso es lo que hace falta.
Una vez que recibo la alerta yo activo a los que estamos listos para viajar. Ya tenemos una lista de cosas de qué hay que llevar. Tenemos listas armadas por regiones teniendo en cuenta el tipo de ropa, el tipo de alimentación, qué no te puede faltar en el botiquín tuyo y del perro. Mientras tanto, Francisco, el encargado de logística, ya está haciendo el contacto diplomático con la embajada de ese país en Buenos Aires. Ahí se abre el canal de comunicación: nosotros les decimos qué tenemos para poder viajar. En base a lo que vos tenés es lo que ellos te resuelven: la autorización para entrar al país, un traductor quizás o hasta escolta armada y transporte desde el aeropuerto. Así vos podés llegar al país. Porque no es lo mismo que vos llegues como turista que si llegas como equipo de rescate. Porque llegás con perros. Hay países que tienen barreras sanitarias y tenés que hacer a veces hasta un trámite de 6 meses para que te dejen entrar con un perro. Cuando vos llegás, tenés que lograr que te agilicen.
Todo eso cuesta muchísimo. Mucha plata. Con el tiempo vas buscándole alternativa. Por ejemplo: hay veces que tenés que salir a comprar el pasaje, entonces te conseguís un grupo de gente que te done millas gratis. No hace falta siempre guita para todo. La guita es un medio, para conseguir y hacer cosas. Pero también hay que buscar las alternativas. Simplemente hay que tener ganas. El NO ya lo tenés.
¿Dónde estuviste trabajando?
En el 2007 estuve en Perú, en Pisco, en un terremoto el 20 de agosto, si no recuerdo mal. En el 2008 hubo una operación en China. Había habido un terremoto en Sichuan en el sur de China, en mayo. Se hizo toda la logística. Todos los visados para equipos de rescate debían reunirse en Bangkok, en Tailandia. Cuando llegamos había casi 39 equipos de rescate de todo el mundo y no dieron visado a nadie. Pero bueno, son las reglas del juego. Esto también tiene su cuestión política que escapa a veces a tus manos. Después estuvimos en el 2009 en febrero en Tartagal. Hubo un alud y estuvimos trabajando ahí. Fue muy complicado porque estuvimos trabajando con 45 grados de calor y barro hasta las rodillas. No podías hacer un metro que te enterrabas. En el 2010, estuvimos en enero en Haití, fue desgastante a morir. Bajé en 11 días 7 kilos. No era que no comía, era por el desgaste físico y mental. Los primeros cuatro días estuvimos sin dormir. Si te dormís, perdiste. El perro puede encontrar a una persona en 10 minutos pero capaz tardás 2 días en romper el edificio hasta llegar. Luego fuimos a Turquía, una misión rara y peligrosa. ¡Se acercaron con un hacha a querer matarme la perra! Hay cuestiones políticas y religiosas. También puede pasar que ya pasaron los perros del gobierno y no da que pase el tuyo y encuentre una víctima.
Así, con menos de 30 años, este chico que alguna vez quiso ser piloto de combate, dedica sus días a este trabajo. “Sigo formándome y formando a gente nueva. Porque creo dentro del rescate no puede haber secretos. Si hay secretos hay un problema. Hay algo que alguien no conoce y eso hace que alguien entrene mal a su perro y haya una emergencia y muera alguien. Por eso abrimos el juego. Vení formate, vas a tener que dedicarle días enteros para que el perro llegue al nivel. La gente que viene a capacitarse con nosotros y se quedan también son los que tienen la constancia. Por ejemplo, si un día llueve nosotros vamos y entrenamos a la noche. El que te escucha dice: “Estos tipos están locos”. No es sólo porque nos gusta mojarnos, hay un montón de detalles técnicos que tienen que ver con la búsqueda: el perro busca distinto cuando está lloviendo, o cuando es de día o es de noche… si hay humedad, o viento, en altura. Tu perro tiene que estar preparado para trabajar bajo cualquier condición. Por eso organizamos entrenamientos nocturnos. Y les decimos a nuestros alumnos que traigan a sus parejas, que ceben mate. Esas personas mantienen una constancia en el entrenamiento.
¿Cómo es la relación con el perro con el que trabajás?
Tiene que haber amor. Si no hay amor, no hay laburo. Él tiene que disfrutar salir a trabajar con su dueño. Cualquier persona que trabaje con perros y te dice que el perro es sólo una herramienta, está equivocado. Nosotros que ya estamos quemados con tanta emergencia y sabemos que los perros trabajan 18 o 20 horas por día, la única manera que el perro puede hacer ese trabajo es porque hay un entrenamiento y porque hay una relación afectiva con su dueño. Para él no hay nada más lindo que salir a buscar con su dueño. Cuando el perro ladra junto al escombro, recibe un premio (una pelota o juguete), para la cabeza del perro ese premio sale de entre las piedras, de manera “mágica”. Lo que viene después es el guía jugando con su perro, gritando “¡Muy bien!”, festejando. Imaginate esta situación en medio de un desastre… mucha gente no entiende. Pero para el perro, lo más placentero, lo más lindo que hay, tiene que ser salir a buscar una persona. Si sólo le tirás la pelota y listo al perro no le sirve. Tiene que haber una relación afectiva. Además vos vivís un montón de cosas con el perro: dormís tirado en cualquier lado, compartís la comida, compartís el agua, sufrís situaciones muy feas y el chabón viene y te pone la cabeza y te viene a dar ánimo, te contiene. Ahí te das cuenta que si no hay este tipo de relación no funciona el trabajo.
¿En qué consiste el entrenamiento?
Arrancás por el juego, el juego es la teatralización de una cacería donde un cachorro empieza a jugar con un trapito atado a un hilito y lo empieza a perseguir. Ahí empezamos a hacer con él todas las cosas que la gente no le gustaría que el cachorro haga adentro de su casa, le potenciamos el instinto de cacería, de presa para que el perro agarre el trapo, lo destroce. Después le enseñamos que para agarrar el juguete tiene que ladrar y le festejamos “¡Muy bien! ¡Eso es!”. Esto es siempre muy efusivo. Acá no hay lugar para la vergüenza. Segundo, si es un cachorro, estamos siempre agachados a la altura de él para estar a la altura de su vista y jugar, que te muerda las orejas el pelo. Luego, comienza la parte de la búsqueda. El guía se esconde y el perro empieza a buscarlo. AL principio lo ve, pero luego va siendo más complicado. Luego cambiamos la persona, mujeres, chicos, gente grande. ¡Es muy divertido! ¡Es el juego de la escondida pura!
¿Tenés perro?
¡Tengo varios! A Bridge, mi ovejera jubilada. A la Yoko, una perra mestiza que rescaté de la calle. Vino un día y se puso en el portón aquel. Nosotros estábamos jugando con un cachorro acá en el parque y la perra corría de punta a punta del alambrado del lado de afuera. Me fui a mi casa y le dejé agua y comida y le dije: “Loca, si vos mañana estás acá, te llevo a mi casa”. Al otro día volví y estaba esperándome, moviendo la cola. Es la típica perra que te acompaña a la parada del colectivo. También tengo Rottweiler, un dulce de leche de dos años. Y tengo una mezcla de belga con ovejero alemán y me lo quedé de mascota. También tengo a Loreta, hija de Lola.
¿Qué consejos le darías a alguien que quiere enseñarle a su perro comandos básicos?
Consejo simple: una de las primeras cosas que podés hacer es no darle de comer en plato. Hacé la prueba. El sábado que tenés tiempo quizás porque no tenés que trabajar y hacés lo siguiente: no le ponés la comida en el plato y te ponés en un lugar de la casa que el perro no te vea y lo llamás, en plan afectivo “¡Vení Tito!” y le das de comer de tu mano. Ahí le mostrás que la comida es tuya y que la estás compartiendo con él. Después te hacés el distraído. A las dos horas, sorpresivamente lo volvés hacer. Y nuevamente a las tres horas. Sin darle comida de más, simplemente con la ración del día. A la décima vez, vas a decir “Tito” y el perro ya va a estar al lado tuyo. ¿Qué aprendió? Que la comida misma es como sueldo, un premio por una acción que él hace, ¿cuál es la acción? Simplemente responder a tu llamado y buscarte. Al saber que depende de vos para comer, te identifica como un líder. A partir de ahí vas a podés enseñarle cualquier cosa. No hace falta darle comida de más, él tiene que valorar la comida que le das todos los días.
¿Qué es lo mejor de tener un perro?
Un perro tiene una cantidad de bondades que uno piensa que como seres humanos las tenemos, y no. Te enseña a ser más persona. Quizás deja de hacer su trabajo porque está cansado, no porque no quiere. Los perros son lo más puro que hay, son más simples. Nosotros somos los complicados. Te conectan con lo más natural. Si quieren demostrarte amor, te lo demuestran. Es descubrir que uno puede ser mejor. Tenés un compañero incondicional. Siempre tienen la predisposición de acompañarte. “¿Vamos a la plaza?”, nunca te van a decir que no puede, que le salen ampollas. Tu perro es compañía pura. Es muy bueno, es muy sano tener una mascota. Cuando te pasa algo, quizás tu entorno no lo percibe y él sí. Sabe cuando estas triste, te pasa algo, o estás apurado. Es lo mejor tener una mascota, siempre y cuando tengas el tiempo de cuidarlo. Dedicale tiempo a tu perro. Todo ese tiempo que pasás en redes sociales, en pavadas. Él no te pide que lo lleves a Mar Del Plata eh… Compartí tu tiempo con él, sacalo a pasear. ¿Vas a tomar un café con tu novia? Llevalo. El tipo va a estar contento, simplemente porque está con vos.
Si querés conocer más sobre Mascotas de la Ciudad, visitá nuestra página en Facebook acá