Viernes 02 de Junio de 2023

Cinco maravillas cromáticas para disfrutar del otoño en la Ciudad

Con los cambios de coloración en el follaje, el bosque urbano enseña su paleta otoñal con tonalidades que incluyen el amarillo de los fresnos, el marrón del plátano, los rojos y púrpuras del liquidámbar, el dorado de especies como el ginkgo y el cobre del ciprés calvo.

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La presencia de distintas tonalidades de amarillos, anaranjados, rojizos, cobres y marrones define el paisaje porteño a lo largo del otoño ante los cambios en el follaje. Fresnos, tilos, ginkgos, cipreses y álamos son algunas de las especies protagonistas de un espectáculo natural y efímero, digno de admiración durante los meses fríos.

El proceso de cambio cromático en las hojas que acompaña a la defoliación da comienzo tras la degradación del pigmento verde (la clorofila), que deja al descubierto tonos que permanecían ocultos en el bosque urbano. En este escenario, especies como el fresno o el plátano, a la cabeza en el ranking de las de mayor presencia en el viario de la ciudad, son las que contribuyen a teñir la paleta de forma masiva en las veredas.

“En la Ciudad tenemos más de 430 mil árboles, invitamos a los vecinos a contemplar la riqueza de nuestro bosque urbano”, expresó Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal del Gobierno porteño. Y agregó: “Contamos con coloridas alineaciones y agrupaciones aisladas donde se pueden observar los fenómenos de cambio en el color de las hojas y copas”.

En la Ciudad tenemos más de 430 mil árboles, invitamos a los vecinos a contemplar la riqueza de nuestro bosque urbano, Julia Domeniconi.

La aparición de los colores otoñales da comienzo en la ciudad con el vibrante amarillo de los fresnos. Con 133.609 ejemplares censados en las veredas de las 15 comunas, este árbol es el de mayor presencia en el viario, ocupando un 36% de su superficie. Al ser el de mayor número de individuos, no pasa desapercibido y representa uno de los amarillos más potentes de la paleta. Otras especies que también transforman su fisonomía con tonos similares son el tilo, que demora algo más en amarillear, y el paraíso.

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El plátano, segundo en importancia en las veredas de Buenos Aires, adopta por estas fechas un color pardo amarronado propio de la paleta otoñal. En una tonalidad más intensa, entre rojos y púrpuras, el liquidámbar, deslumbra asimismo tanto por sus tonalidades como por la atractiva forma estrellada de sus hojas. Si bien su presencia es más escasa, resulta inevitable pasar de largo frente a esta singular variedad.

Las poblaciones de ginkgos destacan entre las grandes maravillas otoñales con su magnífico amarillo dorado presente en puntuales enclaves del mapa urbano, como la alineación de calle Junín junto al Cementerio de la Recoleta o Plaza Chile, donde fueron plantados en honor a víctimas de la dictadura chilena.

En el Lago de Regatas, en los bosques de Palermo, una agrupación de cipreses calvos sorprende al viandante durante el otoño por su coloración morada cobriza frente al espejo de agua. Es una de las pocas coníferas en nuestro medio que pierde totalmente su follaje durante el otoño adquiriendo previamente un llamativo e intenso color cobrizo. 

“Apreciar los cambios en el follaje puede ser un ejercicio de observación y convivencia con el árbol y con el bosque urbano, de sensibilización ciudadana hacia los compañeros árboles”, destaca Marcela Palermo Arce, de la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad. Como singularidades, la experta también menciona la presencia de otras especies únicas para descubrir en la ciudad: “Hay lugares donde podemos ver álamos piramidales, que se ponen plateados. Dentro de las especies jóvenes que se fueron incorporando en la última década, vemos nuevos colores en el paisaje, como el del acer plateado, que torna al anaranjado”, resalta.

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A estos tonos se suma el verde que conservan en los meses fríos el ficus y especies del norte como la tipas, el lapacho, el jacarandá y otras variedades icónicas de la ciudad, que mantienen sus hojas.

Regidas actualmente por el Plan Maestro de Arbolado Público, las plantaciones en la Ciudad se iniciaron originalmente siguiendo los principios del higienismo, una teoría desarrollada en Europa que justificaba la presencia de los vegetales en el entorno urbano por cuestiones ornamentales y de salud. 

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Actualmente, es interesante subrayar el papel del arbolado en proyectos de ordenación del territorio y de arquitectura del paisaje como recurso principal de diseño y no como un mero complemento, como así lo destacan distintos referentes en el cuidado de los bosques urbanos, tal es el caso del doctor Pedro Calaza Martinez, presidente de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos. 

El arbolado es un recurso para estructurar el diseño de la ciudad, para darle color, sombras, luces, proporción, escala y repetición, pero también para proporcionar beneficios de salud pública, bienestar, identidad, cultura, patrimonio o disminuir efectos como el de la isla de calor.

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La Ciudad de Buenos Aires dispone de un Censo del Arbolado Público para consulta en el portal Arbopedia, la ‘wikipedia de los árboles’ de Buenos Aires. El registro se compone de descripciones con la geolocalización de los ejemplares y sus características, información que, junto a las labores de control y mantenimiento de nuestros árboles, permite una adecuada administración y mantenimiento de nuestro bosque urbano.

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Referencias

Foto 1: Cipreses calvos en el Lago de Regatas.

Foto 2: Los ginkgos del cementerio de la Recoleta cambian de color con la llegada del frío.

Foto 3: Infografía.

Foto 4: Con su amarillo vibrante, los fresnos -como estos ejemplares de Plaza Ramírez- son los primeros en anunciar el otoño.

Foto 5: Los tonos marrones de los plátanos en la Avenida de los Ombúes.

Foto 6: El liquidámbar sorprende con los tonos rojizos y morados de sus hojas estrelladas.