Eva Falxa nació en Biarritz, una pequeña ciudad francesa ubicada al sur y a orillas de la costa atlántica. Ese es su origen y el punto de partida del viaje de esta mujer que se reconoce enamorada del tango y de la Argentina. Los que iban a ser tres meses, terminaron siendo ocho años en Buenos Aires. Una milonga, un viaje revelador y un centro de estudios que la enamoró por completo la volvieron una porteña más y una nueva persona. “Antes de descubrir el tango no hablaba castellano”, confiesa.
Sin embargo, su primer contacto con el género del arrabal no fue acá, sino en una pequeña ciudad de Escocia. Allí estaba en uno de los tantos rincones del mundo que quería conocer a través del baile. Su idea principal era tomar clases de ballroom y de rock and roll, pero la mayoría de las propuestas que se brindaban eran para parejas y ella estaba sola. Sola también estaba cuando se encontró en pleno bar escocés un aviso sobre lecciones de tango, con la particularidad de que no se requería ir con compañero.
“Antes de descubrir el tango no hablaba castellano”. (Eva Falxa)
Paradójicamente, el baile del abrazo no pedía a quien abrazar, así que Eva se abrazó a su ilusión y a la nueva aventura de sentir el tango por primera vez. “Nunca había pensado en bailarlo, pero cuando en aquella clase descubrí el abrazo y la caminata abrazada, también encontré un sentimiento que nunca me habían generado otros ritmos”, cuenta.
A partir de ese momento, Eva no frenó en la búsqueda de mejorar su danza y por eso decidió emprender un viaje a Buenos Aires. Su primera experiencia la acercó y la metió de lleno en la disciplina artística que tanto define la identidad porteña. “Yo pensaba tan solo quedarme tres meses en la ciudad y después viajar por la Argentina durante un año y volverme a Francia a seguir mi vida”, comenta.
“Me quedé porque sentía que no había vivido todo lo que tenía que vivir con el tango”. (Eva Falxa)
Así es que Eva llega al pueblo cordobés de Salsipuedes, en el que estaba haciendo un voluntariado. Una noche, se hallaba en una carpa, en soledad, consultando por algún lugar de la zona donde se practicara tango. De pronto giró su cabeza, casi resignada y su vista dio con un par de zapatos de baile que se asomaban por uno de los bolsillos de su mochila. En ese momento se dio cuenta que el tango ya la había atravesado, que estaba en la Argentina por él y nada más que por él. En Buenos Aires lo había descubierto desde la raíz y enraizado en su corazón quedó latiendo el dos por cuatro. “Lo que me había pasado en Buenos Aires había sido muy fuerte”, declara.
Como buena tanguera, a Buenos Aires volvió. Al poco tiempo conoció a una mujer llamada María, que le dio hospedaje en su casa a cambio de que la ayudara con los quehaceres del hogar. A su vez, aquella señora estaba acostumbrada a recibir extranjeros que llegaban a la Ciudad a conocer y a aprender más sobre el tango, por lo que Eva también se fue convirtiendo en una guía turística de todas esas personas con las que también se sentía identificada. Noche a noche llevaba y traía a gente de las milongas, o las acompañaba a comprarse calzado o ropa acordes al evento tanguero.
“El tango como se vive acá, no se vive en otra parte del mundo". (Eva Falxa)
De esa manera se siguió empapando de la cultura porteña y en una de esas veladas escuchó hablar del Centro de Estudios del Tango de Buenos Aires (CETBA). Tan solo faltaban dos semanas para retornar a su país natal, pero aquella institución había quedado rebotando en su mente como los tacos de aquel par de zapatos. Ese lugar estaba en su destino y en el barrio de Balvanera. Así que decidió quedarse para poder estudiar el instructorado de baile en la también conocida universidad tanguera. “Me quedé porque sentía que no había vivido todo lo que tenía que vivir con el tango”, recuerda Eva sobre su decisión.
En la institución se enamoró otra vez, pero como si fuese la primera. Lo de Escocia iba a pasar a ser una anécdota. “El tango como se vive acá, no se vive en otra parte del mundo. Era muy distinto a lo que conocía”, comenta mientras rememora la mentalidad cliché sobre la sensualidad y alguna que otra reducida referencia hollywoodense. Y añade: "Lo que más me sorprendió de la escuela fue todo el panel de materias que tenemos, ya que no es solo acerca del baile, sino que también hay materias teóricas sobre historia, pedagogía y además tenemos clases de teatro, maquillaje y vestuario, entre otras".
"La escuela cambió mi vida por completo. Recuerdo que le faltaba sentido a las cosas que vivía y el tango me dio ese sentido”. (Eva Falxa)
El Centro de Estudios de Tango de Buenos Aires, también denominado Universidad del Tango, es un espacio educativo no formal, dependiente del Ministerio de Educación porteño, que fue fundado en 1991 por la pareja de bailarines compuesta por Gloria y Rodolfo Dinzel, referentes de la disciplina. En ella se dictan diferentes materias divididas en tres áreas, una es la del Instructorado de Tango Danza, que es una formación académica de tres años; luego está el área de Artes Tanguísticas, que se divide en Historia, Poética, la escuela de Letristas y Musicalización. A su vez, el área de Talleres Abiertos a la Comunidad incluye danza para diferentes niveles, repertorio y otras disciplinas que hacen a la vida académica del establecimiento.
Esta universidad pública funciona de lunes a viernes de 18 a 22 horas todas las semanas dentro de lo que es el ciclo lectivo, por lo que es una institución que está abierta a la sociedad desde marzo hasta principios de diciembre y que comparte espacio con la Escuela República del Paraguay (Agrelo 3231).
“Es una suerte enorme poder pisar el escenario de la Usina del Arte". (Eva Falxa)
En 2024, el CETBA llegó a los 700 inscriptos y se calcula que, por año, alrededor de 40 personas se reciben como instructores de danza. Una de esas egresadas fue Eva Falxa, quien de a poco convirtió al tango en el proyecto principal de su vida, dejando atrás su pasado relacionado a los negocios internacionales. “La escuela cambió mi vida por completo. Recuerdo que no me encontraba en lo que hacía, que le faltaba sentido a las cosas que vivía y el tango me dio ese sentido”, profundiza.
Así fue que se comprometió a aprender más, a perfeccionar sus pasos y a culminar el profesorado en el CETBA, para luego anotarse en compañías de baile y hasta competir en el Mundial de Tango de Buenos Aires. Evento en el que participa desde 2022 con Omar Mendoza, su pareja en la disciplina de Pista. El año pasado llegaron a semifinales. “Es una suerte enorme poder pisar el escenario de la Usina del Arte, jamás había pensado que habiendo llegado a la Argentina un día me iba a encontrar en esa pista con muy grandes bailarines", expresa Falxa.
Sus ojos se cerraron. A sus 39 años los volvió a abrir y resulta que Eva está viviendo el sueño del tango, sin saber todavía si ella lo encontró a él o si él la encontró a ella. Sonríe el bandoneón cada vez que consigue conectarse con ella misma al momento del abrazo y con sus pisadas que hicieron suyo al suelo porteño, porque en el tango “bailás como sos” y porque cada paso que Eva da en el baile para crecer y avanzar son también los pasos que da en la vida.