Martes 02 de Septiembre de 2014

Historias de los feriantes

Son artesanos y coleccionistas que cuentan curiosidades muy particulares, siempre relacionadas con las antigüedades que ofrecen.

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Además de los objetos de los feriantes, ellos también tienen su historia para contar. Por ejemplo, la de Miguel Di Serio, quien desde hace diez años vende antigüedades y objetos de colección como relojes, máquinas tiquetadoras, cámaras fotográficas, vinilos y sombreros de época y hasta utensilios de cocina y raquetas de tenis de madera. Miguel se dedicó toda su vida a recolectar y coleccionar objetos a lo largo del mundo, hasta que decidió abrir su puesto, el N° 117, en el Mercado. “Cada cosa tiene su historia personal, en la que se mezcla la vida de los inmigrantes que los trajeron, y del traspaso de una familia a otro o de una persona a otra, al venderlo todo eso se pierde”, comentó Miguel.

Jorge Demichele, junto con su esposa María Lourdes Novella, tiene otro puesto de objetos de náutica antigua. Allí venden todo tipo de piezas de barcos como anclas, remos, guinches o faroles. La ambientación del local es parecida a la de un barco verdadero. “Siento nostalgia cada vez que vendo una pieza, porque son objetos que no van a volver”, dijo Jorge. Entre los objetos más entrañables del local se encuentra una pileta de un buque que perteneciera al expresidente Marcelo Torcuato de Alvear, y que adquirió en un remate.

Uno de los feriantes más reconocidos del Mercado es Antonio Valiente, un artista que define a su trabajo como arte kitsch. Antonio, o “Tony” -como lo conocen en el Mercado-, diseña cuadros y sombreros con objetos reciclados o de colección. Uno de los sombreros es el que él mismo lleva puesto todos los días, y que pesa 2,5 kilos: tiene adosados candados, anillos, medallas, monedas y hasta un silbato de árbitro de fútbol. Otros de sus sombreros tienen estilo vikingo. Son forrados en cuero y con cuernos o penachos de distintos materiales. También tiene ejemplares cubiertos con muñecos de colección o prendedores de la era soviética, entre otros. Algunos de sus cuadros son La Mona no tan Lisa, un retrato de la Gioconda diseñado con remaches de jeans de los años sesenta. Otros, representan la figura de Cristo, o llevan incrustadas plumas Parker antiguas, monedas o clavos de un piano de más de 100 años de antigüedad. El Mercado es su lugar de trabajo, pero también es donde consigue los materiales para su obra. “Mi mejor obra no está acá, porque todavía no la hice”, bromea Tony.

Además de comprar, vender y restaurar arañas de cristal en su local, Claudio Albornoz es el actual presidente de la Asociación Cooperadora del Mercado de Pulgas. La Cooperadora organiza las principales actividades dentro del Mercado, como llevar la contabilidad y ocuparse de la limpieza y la seguridad dentro del predio. Proveniente de una familia de artesanos (joyeros, herreros y carpinteros), Claudio hoy se dedica a la artesanía fina y al trabajo con metales. Sostiene que en su oficio “no hay mucho secreto" y que la clave de su éxito reside en "hacer las cosas bien. con un criterio artístico, matemático, geométrico y de equilibrio”.

El local “Vieja Barraca” de Rodolfo Zanellatto es un puesto de muebles y objetos de campo. “Soy un trabajador que disfruta de su trabajo”, comenta Rodolfo ya que para conseguir la gran variedad de objetos únicos que vende, viaja kilómetros para encontrarlos y traerlos. Entre sus principales clientes hoy se encuentran coleccionistas y particulares, pero también provee a locales de venta de ropa o gastronómicos que buscan ambientar sus comercios con un estilo de época, rural o vintage.

Mientras pasea entre los estrechos pasillos custodiados por cientos de piezas de cristalería fina, Horacio Ramos señala los distintos orígenes de los cristales que pueden encontrarse en su local: de Bohemia, Baccarat, murano, copas francesas, checas, copas “carnaval”, botellones, juegos de toilette, candelabros, piezas de porcelana, entre muchos otros. Algunos carteles señalan, a modo de advertencia, “Don’t look with your hands” (“No mire con sus manos”, en inglés). Horacio explica que “cada pieza tiene su novio”, en referencia a la idea de que cada objeto está especialmente diseñado y a la espera de su comprador.