Avenida Rivadavia 5408
¡Puf! ¡No hace tanto tiempo! Los vecinos, en lugar de ir al supermercado cuando había que hacer las compras, iban al mercado del barrio. El ¨Mercado del Progreso¨ es uno de los pocos mercados históricos que se conserva aún en Buenos Aires. Todos los puesteros que vas a encontrar, son especialistas en lo suyo y atienden con gusto a los vecinos que se acercan a comprar y, por qué no, a conversar un rato.
El mercado fue inaugurado el 9 de noviembre de 1889, construido por la Sociedad de Progreso de Caballito por iniciativa del entonces Presidente Miguel Juárez Celman y bendecido por el Padre de Flores, padre De Vita. Contó también con la presencia de dos bandas musicales y culminó con una reunión en el hotel Roma. En ese entonces, se alzaba en la esquina de las calles Rivadavia y Silva, actualmente Del Barco Centenera. El estilo arquitectónico es de neto corte funcional, con una gran cubierta metálica al estilo de los mercados de París, lo que permitía grandes espacios libres. Se podía entrar en carros tanto por la calle Rivadavia, por Silva, o por el pasaje Coronda. Los espacios descubiertos se cubrían con toldos. Constaba de dos niveles, en la planta baja había locales comerciales externos, un pabellón central con cuatro naves y dos galerías laterales. En la planta alta había 1200 metros cuadrados de viviendas. A pesar de no ser demasiado espacioso, tenía la amplitud para el servicio y excelentes comodidades. Las condiciones de limpieza y de ventilación, gracias a su cuidada orientación, eran novedosas para la época.
En total había 53 puestos. En el pabellón central de 6,50 metros de altura se vendían exclusivamente las carnes por ser el área de mejor ventilación por la falta de paredes, igual que en la actualidad. Una de las galerías laterales se proveyó de anchas tablas de mármol y fuentes con circulación de agua constante para la venta del pescado fresco. En las restantes galerías se vendían las hortalizas y frutas y, al frente, había amplios almacenes. Se proveyó agua por medio de dos fuentes ubicadas en el centro del pabellón, bajo el centro de la cúpula, que abastecía también, a los departamentos de la planta superior.
Con la transformación del barrio el mercado se convirtió en un espacio de gran movimiento para los vecinos tanto de Caballito como de Almagro y Flores. Muy pronto se ocuparon cientos de puestos al aire libre cubiertos por toldos pertenecientes a trabajadores inmigrantes.
El mercado fue cerrado y reabierto en varias oportunidades. Una de las reaperturas fue por reformas en 1894. El 13 de enero de ese año, don Santiago Cangallo quien era el propietario, comunicó que el día viernes ¡ofrecería carne a las familias indigentes!, este acto quedó en el recuerdo de los vecinos. Con el tiempo se fueron introduciendo reformas: en los años '20 se incorpora el Pasaje Coronda como calle interna de servicio, donde se instalan las cámaras frigoríficas. Entre 1929 y 1930 se reforma la fachada con ornamentación a la moda de la época aunque combinando con los elementos clasicistas del frente sobre Centenera. Se incorpora en el frente un reloj y el nombre del mercado en estilo Art decó.
El mercado pasa de la primigenia sociedad anónima a manos de un único dueño, luego en los años 50 y 60 hubo inquilinos. En 1957 sufre una crisis, que resulta en un acuerdo entre la familia propietaria y los puesteros arrendatarios, mediante el cual los últimos forman una sociedad anónima y compran el predio, para hacerse cargo de su explotación comercial hasta nuestros días. Hoy el edificio mantiene su fisonomía histórica porque ¡afortunadamente! Las modificaciones arquitectónicas que realizaron los distintos propietarios no alteraron la estructura original del mercado.
Hoy hay 17 negocios a la calle y 174 puestos interiores distribuidos en 3600 metros, número que triplica la superficie de hace 114 años. El Mercado del Progreso es uno de los grandes referentes de la ciudad en el área gastronómica. Muchos habitantes, incluso chefs, visitan el mercado semanalmente para abastecerse de una amplia variedad de productos de selecta calidad. La atención es personalizada, ya que la mayoría de los puestos son atendidos por sus propios dueños. Muchos de ellos fueron pasando de generación en generación, siendo 60 de ellos nietos y bisnietos de los pioneros.
El mercado fue declarado sitio de interés cultural en 2001 por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Un consejo: andá a visitarlo con el changuito vacío.
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