Miércoles 18 de Octubre de 2023

Tender Vortex Tormenta, una instalación de Martín Huberman

Durante todo este mes de octubre te invitamos a la Usina para disfrutar de una instalación de sitio específico que evoca la memoria física y emocional de lo cotidiano a gran escala. ¡No te la pierdas!

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Instalacion a partir de broches de madera de Martin Huberman en el Foyer de la Usina del Arte

Martín Huberman es arquitecto y director del Espacio Normal, donde se desarrollan proyectos experimentales con foco en el impacto cultural de la práctica. Sus obras han sido exhibidas en diferentes ciudades y espacios culturales del mundo como los multitudinarios festivales de Coachella 2022, en California y Lollapalooza Argentina en 2023. En esta entrevista, comparte algunas curiosidades de Tender Vortex Tormenta, la instalación de sitio específico que exhibe actualmente en la Usina, la relación entre la arquitectura y las artes visuales y particularidades de su proceso creativo.

 

¿Cuál es la propuesta de la instalación?

“Tender Vortex Tormenta” es la última itinerancia de un proyecto que llevo adelante hace 15 años, llamado “Tender”, que trabaja sobre la repetición de un objeto cotidiano como el broche de ropa para generar estructuras espaciales que generen vínculos entre espacios existentes, como en este caso la Usina y las personas, a partir de un juego entre el imaginario y la materia. La idea de la obra es trabajar sobre cierta memoria emocional o memoria física que uno tiene respecto de los broches y llevar esa cotidianeidad del tacto, del recuerdo, a una escala extraordinaria, tomando a veces las formas de una tormenta, de un tornado, un vórtice, para manejar esta relación de escala entre un individuo que mide más o menos dos metros y un edificio que mide 15.

 

¿Siempre usas broches?

Recién salido de la universidad y devenido en arquitecto, fue mi primer material de investigación para trabajar con las manos y fue como mi primer ladrillo. Y a partir de ahí ver que funcionaba ese salto al vacío de experimentar construyendo. Luego, aparecieron banquitos de plástico, tachos de plástico, trabajamos con la silla BKF, ahora estamos trabajando con piletas de fibra. Trato de utilizar el cotidiano como material principal, pero busco y cuando me inspira un tema, por lo general, me zambullo en eso.

 

¿Y por qué la elección de usar los broches en este caso?

En su momento, 15 años atrás, el estudio era joven y el presupuesto bajo, entonces fue un material asequible para mi bolsillo y no era complejo de conseguir. Fui a un supermercado y vacié una góndola. Esa fue la base, después empezó a crecer. Era un material que yo había utilizado una vez para un ejercicio de la universidad, por lo cual hubo una traslación casi directa entre eso, ejercitar e investigar, y al mismo tiempo, tratar de mantener viva esa experiencia académica.

 

¿Por qué lugares fue deambulando la obra, en esto de la itinerancia y la continuación?

El sistema “Tender”, al ser el primero, fue el que catapultó al estudio en su lenguaje propio, en su forma. Fue el que nos hizo conocidos. El primer viaje fue a Londres, donde intervinimos un edificio en la calle Oxford, después pasamos a París, Madrid y la última itinerancia de gran escala fue en el Museo MAR de Mar del Plata, donde probamos el Vortex en gran escala pero no habíamos llegado a hacerlo en su desarrollo completo que por suerte lo pudimos hacer acá en Usina.

 

¿A qué se deben esos colores tan particulares de la instalación?

En su momento siempre el color me pareció como una estrategia interesante para trabajar desde el lado comunicacional. Los colores lanzan un mensaje y por lo general los gradientes son los que se utilizan para expresar la fuerza de una tormenta, el poder de un viento, lo dramático de un impacto, la escala de una montaña. Es una forma fácil de comunicar. También en la naturaleza, el gradiente de luz que se produce tanto en amanecer y en atardecer, es muy atractivo de ver. Se lo conoce como la hora mágica: tratamos de capturar eso y utilizar ese gradual para componer.

 

¿Qué quiere decir “infraestructura emocional”, frase que forma parte del texto de la obra?

Los tender y una gran parte de las obras en las que trabajamos tienen siempre relaciones contextuales con edificios. La Usina tiene un pasado de ser una infraestructura fundamental para la ciudad de Buenos Aires en una infraestructura eléctrica y una vez que se vacía ese programa y el edificio se mantiene en pie. Hay que nutrirlo de nuevos programas y nuevos ensayos espaciales que puedan dar abrigo a los visitantes. Me parecía interesante presentar esta idea de infraestructura emocional como para que la obra recomponga un poco del viejo carácter del edificio pero que lo aplique a algo más personal, más grupal, como en esta generación de nuevas relaciones entre espacio e individuos que es un poco donde trabajamos.

 

¿Cómo se da la relación entre la arquitectura y estos proyectos de artes visuales?

Mi enfoque respecto de la obra siempre es arquitectónico, fue lo que yo aprendí, soy profesor de arquitectura, soy arquitecto, es a lo que me dedico. La forma en que nosotros procesamos las obras son de manera arquitectónica: desarrollamos planos, estructuras constructivas y la arquitectura consta de la creación de espacios para ciertos usos, la para ciertas funciones y a mí me parece interesante trabajar la arquitectura desde un lugar un poco más híbrido y experimental tratando de generar vínculos entre los usuarios y los espacios como darle una noción de escala que el edificio mismo la tiene pero permitirte quizás que una pieza, una escultura de madera de 10 metros de alto te haga un mimo en la cabeza o lo puedas tocar y en ese mismo momento estar haciéndole como una especie de mimo al vacío. Hay un poco de una búsqueda ahí del lenguaje arquitectónico en espacios que quizás tienen grandes capacidades expresivas como en el caso de la Usina.

 

¿Cuál es la respuesta de los espectadores cuando están en contacto con la obra? ¿Cuáles son tus expectativas de ese encuentro?

A mí me interesa mucho trabajar a gran escala porque genera varios efectos o varias emociones a medida que uno se va aproximando. Hay un primer reconocimiento de la obra y su escala cuando uno entra en el Hall Central de la Usina y la ve a lo lejos y entonces ve que algo está ocupando un espacio que antes estaba vacío. Hay un segundo momento donde se reconoce el material con el cual está hecha la obra, que es una particularidad que a mí me parece muy interesante, entre sorpresa, memoria, y reconocimiento. Y por último, está una propuesta que la misma obra hace y pondera a partir del espacio que nosotros llamamos “el ojo de la tormenta”, que es el centro de la obra donde uno se puede ver en un espejo, pero su reflejo está por fuera del edificio. Está tan lejos de uno mismo que ya rompió el techo del edificio y toma algo de esa fantasía programática que tienen los tornados, como por ejemplo en el Mago de Oz. El tornado es el que lleva a Dorothy a la tierra de Oz o a los sueños, una pieza un poco más onírica. Jugar un poco con la mitología del ojo del huracán.

 

¿Hay una búsqueda entre el exterior y lo introspectivo de estar mirándote en el centro?

La relación individuo-espacio es fundamental. De ahí se empieza a trabajar sobre las estrategias: ¿qué es lo que me da la Usina? Y cuando yo ya logro salir, y entrar en una pieza un poco más fantasiosa, ¿cuáles son mis memorias y cuáles son mis recuerdos? Hay una parte de mi obra que creo que es interesante porque trabaja en un factor más epidérmico, que se mete en la piel, una sensación. Tratamos de construir sensaciones espaciales y materiales, por eso elegir el broche de madera y no el de plástico es porque el de madera tiene otra sensibilidad, otra rugosidad, otra memoria y otro sonido cuando lo escuchás moviéndose. Es otra forma por completo.

 

La obra puede visitarse de forma libre y gratuita, en el Salón Mayor.

 

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