Las transformaciones constantes y la poca contemplación nos llevan a una búsqueda superficial. Nos trasladamos de un lugar a otro sin respetar, consumiendo el tiempo sin detenernos a disfrutar de la Divina Creación. Desterrados caminos y supuestos horizontes que no satisfacen. Se busca y no se encuentra porque solo son vanidades. El Amor es el camino.
Esta muestra tiene diferentes procesos, desde la extracción de las piedras de ónix a una altura aproximada de 5.000 metros, en la Precordillera de los Andes en el Norte Argentino, a un trashumante recorrido. Mis sentidos se agudizan y disfrutan de este noble material. Contemplar el tiempos de transformación y formación en las profundidades de la tierra desde la misma creación, la belleza, el misterio, los colores, texturas, aromas y formas concentradas, fantásticas y maravillosas.
¡Cómo no alabarte y darte gracias, Dios! Por unirme con la materia para dar lugar a un nuevo tiempo una expresión. Una idea que divaga como un sueño hasta ver el resultado entre lo permitido y lo que pretendido. Formas antropomorfas y zoomorfas se visten de colores como mantas que cubren a los pastores de la Puna. Llamas, cactus, flores silvestres, viento, agua, cordillera, cielo, nubes, fuego, pájaros, lagartijas. Simples vivencias.
Es por ello que mi intención es que el espectador pueda disfrutar y relajarse por un momento, vivir el tiempo, volver al principio, percibir la inocencia para despojarnos de los prejuicios que nos condicionan a tomar diferentes posturas. Estamos tan llenos e intoxicados de tanta desinformación que no permitimos darnos el placer de mirarnos, hablarnos, escucharnos sin intermediarios. Es como que el futuro está dispuesto a mutilar nuestros sentidos, nuestros sentimientos y hasta nuestra propia imaginación. Entonces, ¿cuál será la contaminación más peligrosa? ¿No será acaso la vanidad, el orgullo, la soberbia o la falta de respeto? El reencuentro con el Amor nos permitirá cambiar de perspectiva y valorar lo que nos rodea, a nuestro prójimo.
Cenrique Valdez
