Se trata de un arbusto mediterráneo de hoja perenne, que alcanza una altura de 2-6 metros. Tiene un crecimiento redondeado, denso.
Las hojas son opuestas y enteras de color verde intenso en el haz y más claro en el envés con pequeños pelitos a lo largo de las nervaduras que sirven como reguladores térmicos.
Florece a mediados del invierno, con densos corimbos de florcitas blancas que luego se transforman en drupas de color azul violáceo, tóxicas.
Pertenece a la familia de las adoxáceas y su nombre deriva de laurustinus, como era llamado durante el antiguo Imperio Romano. Sus ramas, flexibles, eran utilizadas en cestería y para hacer atados.
La podés ver en el Jardín Romano del Botánico.