Juan José Valla

Nació en Mechita, Bragado, provincia de Buenos Aires.

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Nació en Mechita, Bragado, provincia de Buenos Aires. De familia ferroviaria, pasó su niñez en contacto con la naturaleza: su padre era jardinero aficionado y fue quien le enseñó a injertar rosas y frutales. De su infancia recuerda ir al colegio hasta los días sábados, las casas con jardín, huerta y árboles frutales; Juan lo define como una arcadia feliz donde los vecinos compartían lo que obtenían: frutos, verduras y semillas.

Es en la escuela secundaria, en el Colegio Nacional de Bragado donde una joven profesora de física, Maximina Polo Einstein, lo interesa por la astronomía, afición que aún conserva. Viaja a Santa Fe a estudiar Química en la universidad, pero su carrera se trunca cuando muere su padre. Vuelto a Mechita trabaja en el ferrocarril para ayudar económicamente a su familia. Luego de algunos años, se instala en el oeste del gran Buenos Aires y estudia Agronomía en la Universidad de Buenos Aires. Allí fue ayudante de la Cátedra de Fitopatología hasta finalizar la carrera, donde se recibe con diploma de honor. Al exponer su tesina, el Ing. Lorenzo Parodi, miembro del jurado y a quien siempre había admirado, le ofrece un cargo docente en la Cátedra de Botánica.

Desde ese puesto, ha sido hasta hoy uno de los profesores más apreciados y reconocidos. Ha transmitido con enorme pasión la “amable ciencia de las plantas” como decía su gran maestro Parodi. Sus clases -inolvidables para varias generaciones de ingenieros agrónomos, que colmaban las aulas de mayor capacidad para escucharlo- eran una fuente de saber más allá de las plantas; con anécdotas fascinantes, historias de viajes, teorías científicas, literatura, música y cultura en general que integraba la vida del hombre con las plantas, con los ambientes, con la producción agropecuaria. Una frase de Plutarco siempre aparecía en sus clases: “La mente de los jóvenes no es un vaso a llenar sino un fuego a encender”.

Su libro "Botánica. Morfología de las plantas superiores", editado por primera vez en 1979, constituye bibliografía de consulta básica para la mayoría de los programas de Botánica de las carreras de Agronomía del país. También es autor y coautor de Manual para el cultivo de las plantas, Árboles Urbanos Rioplatenses y Plantas Autóctonas de Argentina.

En el año 2011, la UBA lo distinguió con el premio “Grandes Maestros” junto a otros destacados profesores de la Facultad de Agronomía (Antonio Pascale, Julián Cámara Hernández, Carlos Vieites y Rolando León). En noviembre de 2012, el Consejo Superior de la UBA lo designa Profesor Honorario por votación unánime.

Según su filosofía, un docente debe ser ante todo un inspirador: debe enseñar con el corazón, para que el conocimiento cristalice. Si se apura, si hay poco tiempo, precipita, sin cristalizar. Se considera mejor jardinero que botánico y le disgustan los homenajes, porque cree en la máxima de Juan B. Justo “El hombre que más impone sus ideas menos impone su persona”.

Luego de ser docente por más de 50 años, con 85 años, su pasión continúa viva: dirige el Jardín Botánico Lucien Hauman, de la Facultad de Agronomía, donde llega cada mañana en bicicleta. Según sus propias palabras, se llega bien a su edad gracias a la suerte, al trabajo rudo, a estar rodeado de gente joven y pasar tiempo sin hacer nada. Citando a Goethe, “acuérdate de vivir”: para él acordarse de vivir es disfrutar del rumor del agua, el brillo de las hojas, en fin de todos los aspectos de la naturaleza. Talla la madera como un hobby que lo apasiona, quizás en homenaje a las palabras de Parodi: “cada planta es una escultura de la naturaleza”.