Una de las fuentes privilegiadas para conocer las fiestas mayas en el siglo XIX, además de la prensa, es la producción iconográfica de la época. Se incluyen en este documento tres litografías coloreadas que representan escenas diversas de estas fiestas cívicas y populares durante la década de 1840. Se trata de la obra de dos autores que, como en la gran mayoría de los casos de la iconografía del siglo XIX en el Río de la Plata, son extranjeros. Fiestas mayas y El Retiro, ambas de 1841, son obra del francés Carlos Enrique Pellegrini y La Plaza de la Victoria, 25 de mayo de 1844, del italiano Alberico Ísola.
La litografía fue en el siglo XIX uno de los medios de difusión de información más destacados. Inventada en 1796 “… ocasionó una verdadera revolución en las artes gráficas. La baratura, simpleza y facilidad de aprendizaje del procedimiento, en comparación con las técnicas tradicionales del grabado, aseguraron su pronta y masiva popularización. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en forma de propaganda política, de difusión periodística y de actualidad o, simplemente, en función estética, la litografía penetró en los hogares de todo nivel social”.18 La posibilidad de realizar grandes tiradas mediante el pasaje del dibujo original a la piedra litográfica y su posterior impresión mediante una prensa constituyó a la litografía en el primer medio de difusión masiva de imágenes cuya importancia radica, además, en su inserción en una sociedad mayormente analfabeta como la del Río de la Plata en el período en estudio.
Luego de unos primeros ensayos en 1827, la litografía fue introducida en Buenos Aires por el ginebrino César Hipólito Bacle, que fundó en 1828 la “Litografía del Estado”, un establecimiento litográfico que contaba con la licencia requerida para publicar imágenes. Bacle desempeñó allí una importante tarea como litógrafo oficial durante diez años, a la vez que enseñó su oficio y difundió sus conocimientos a otros artistas entre los cuales se encontraba Pellegrini. La litografía adquirió rápidamente un desarrollo extraordinario.
Entre otros, el propio Pellegrini compró e instaló una prensa litográfica en su casa de Cangallo 37 y obtuvo la licencia que le permitió publicar álbumes de imágenes de la ciudad (de sus edificios, personajes, costumbres) tal como era tradicional en la época. Las litografías se reproducían en blanco y negro y se coloreaban a mano, ya que no había procedimientos de impresión a color. Sus motivos representaban los rasgos característicos y pintorescos de la ciudad, sus edificios, las actividades de sus pobladores, sus personajes públicos y privados, sus costumbres, sus vestimentas. Progresivamente se introdujeron, también, temas relativos a la vida en la campaña y a personajes populares, asociados a una nueva sensibilidad acorde con las tendencias románticas de los artistas de la época. En relación con ello, interesa destacar que, más allá de la mirada subjetiva del autor y de sus intenciones representativas, los especialistas señalan el “respeto casi obsesivo por el modelo” como característica distintiva de la iconografía del siglo XIX.
Las litografías constituían, además, una forma de hacer los “sucesos del día”. Por esto, los motivos representados resultan contemporáneos al momento de su producción. En este sentido, las obras que se presentan aquí remiten a escenas diversas de las fiestas mayas de la década de 1840 y pueden considerarse como fuentes de información confiables para el conocimiento histórico.
Carlos Pellegrini, padre del futuro presidente de la Argentina, era ingeniero. Llegó a Buenos Aires en 1828, desde Francia, contratado por el gobierno de Bernardino Rivadavia para hacer obras en el puerto de Buenos Aires que finalmente no realiza. “Ingeniero de obras frustradas”, según Bonifacio del Carril, se destacó como artista y pintor retratista. Es considerado el primer pintor edilicio de la ciudad de Buenos Aires, es decir, el primero en representar las edificaciones características de la “gran aldea”. Realizó numerosas obras sobre el solar histórico de la ciudad (los cuatro frentes de la Plaza de la Victoria, el Fuerte, la Catedral, las calles aledañas) así como también sobre la zona sur de la misma y las actividades que allí desarrollaban las personas (El Saladero y El Matadero, entre otras).
Pintó interiores de edificios públicos y privados, retratos de funcionarios y personalidades y se interesó por temas vinculados con la vida cotidiana y las costumbres tanto en el campo como en la ciudad y en relación con diversos grupos sociales.
En 1841 instaló una prensa litográfica en su casa y celebró un contrato con el propietario de la Litografía de las Artes, a través del cual se le hizo extensiva la licencia de publicación que dicho taller tenía. Así, en 1841, publicó Recuerdos del Río de le Plata, un álbum con veinte litografías entre las cuales se encuentran las dos que aquí se presentan: Fiestas Mayas y El Retiro.
En su estudio Monumenta Iconográphica,19 Bonifacio del Carril considera que la obra Fiestas Mayas es complementaria de El Retiro, en tanto ambas tienen como motivo la celebración patriótica que evoca el 25 de mayo de 1810. Del Carril define las obras en los siguientes términos:
…durante la fiesta, los espacios públicos se convertían en ámbitos de sociabilidad donde se daba la conjunción de los dos mundos. En la ciudad criolla todos los estamentos sociales -urbanos y rurales- eran partícipes-espectadores de los diversos momentos de la fiesta popular, que transcurría en espacios simbólicos diferenciados, ya fueran centrales, como la Plaza de la Victoria, o periféricos, como el Bajo, o Retiro. La Plaza de la Victoria era ‘otra plaza’ al engalanarse para la fiesta patria. Se producía, entonces, una cualificación temporaria del ámbito:21 era puesta de relieve, el lugar se señalaba y circunscribía mediante el uso de arquitecturas ficticias. Allí la gente “decente” perteneciente a la ciudad se convertía en la principal protagonista, mientras los sectores populares, tanto urbanos como rurales, participaban en los divertimentos o eran meros espectadores de los actos cívicos (de carácter más solemne) organizados por los primeros. Paralelamente, la periferia nucleaba las actividades festivas relacionadas con el mundo rural. Allí los pobladores del campo demostraban las habilidades inherentes a su condición corriendo carreras de caballos de parejas (llamadas “cuadreras”) y de sortija (denominadas “cañas”). La gente acomodada de la ciudad se trasladaba, entonces, a estas zonas periféricas para admirar las destrezas tradicionales de ese otro mundo.
Gimarey, María; Costa, María Eugenia
y Milazzo, Gisella (2005): obra citada.
Como en el resto de las fuentes que permiten conocer estas celebraciones (la prensa, los relatos de viajeros, las canciones y poesías “patrióticas” y la iconografía), las obras de Pellegrini representan el ambiente festivo, de regocijo general y de participación popular como características de las fiestas mayas en este período. El autor
… situó a los personajes en un ambiente de distensión, en el que se destacaban las actividades relacionadas con lo lúdico [poniendo] énfasis en la concurrencia de muy diversos tipos sociales. Desde el hombre de poncho hasta el comerciante acaudalado; desde la china y la criada hasta las señoras “decentes”, pasando por los niños, los clérigos, los soldados, todos eran partícipes de los festejos. Los personajes del mundo urbano y el rural se hacían presentes en los distintos puntos de encuentro con una única e igual finalidad: entretenerse y con-memorar (recordar con otros).
Gimarey, María; Costa, María Eugenia y Milazzo, Gisella (2005): obra citada.
Las diversas fuentes remiten también al engalanamiento y ambientación de los espacios donde se desarrolla la fiesta. Las luminarias, guirnaldas y moños, las banderas, la construcción de la llamada arquitectura efímera o ficticia (tablados y arcos que circunscribían los espacios) y los carteles con inscripciones alusivas que se colgaban en lugares significativos son parte distintiva de estas celebraciones. Las obras de Pellegrini, en ambos casos, representan esta ornamentación particular de los espacios.
La Plaza de la Victoria y el Retiro, engalanados para la ocasión, son los escenarios donde Pellegrini
despliega el tema central de sus obras: los juegos. Como podemos advertir a partir
de la diversidad de fuentes consideradas el carácter festivo de las
funciones mayas se apoya en
la existencia de una serie de
juegos que acompañaban su
acontecer. Se podría decir,
incluso, que los mismos conformaron
el verdadero leit
motiv de las funciones mayas.
Gimarey, María; Costa, María Eugenia
y Milazzo, Gisella (2005): obra citada.
A excepción de los momentos de desfile o acto
cívico, los juegos dominan la escena en estas
celebraciones cívico-populares. Variedad de juegos
de diversos orígenes (de tradición urbana
o rural, de raigambre criolla o colonial-ibérica)
convocan a la participación popular en un ambiente
festivo en la Gran Aldea.
Juegos de participación directa centrados en la
competencia (palo enjabonado, rompecabezas,
carreras de caballos) y juegos de expectación (las luminarias, fuegos de artificio y los globos de fuego,22 los volantines o barriletes,
mascaradas y desfiles de carrozas, representaciones teatrales y circenses,23 sorteos)
concentran la atención del público asistente a la plaza central y a los lugares periféricos
donde se desarrollan en los sucesivos días que dura la fiesta.
En Fiestas Mayas, Pellegrini otorga un lugar destacado a su representación de la cucaña o palo enjabonado. Sobre el margen izquierdo y en primer plano, el palo enjabonado adquiere un rol protagónico en la obra (puede verse otra cucaña detrás de la pirámide). El autor representa a la cucaña, engalanada con una bandera, con un competidor a mitad de recorrido hacia la meta, donde un par de niños subidos a una plataforma sostienen los premios para el ganador (bolsas con dinero, chales y relojes, según diversas fuentes). Diseminados por la plaza, pueden verse dispositivos varios para fuegos de artificio y, en el margen derecho, otro montaje que podría corresponder al “rompecabezas”. La lectura de la descripción que el gaucho Contreras hace de ambos juegos en la “Relación” de Bartolomé Hidalgo, así como de otras fuentes coincidentes al respecto, resultan un buen complemento para la interpretación de las imágenes creadas por Pellegrini y para aproximarse al carácter popular de este componente protagónico de las fiestas mayas.
En El Retiro, como se ha mencionado anteriormente, Pellegrini también centra su representación de la fiesta en el juego que se despliega en ese espacio periférico de la ciudad, en este caso, la caña o carrera de sortijas, juego de tradición eminentemente rural.
Domina la composición un arco de medio punto, de donde
pende una soga con la sortija. Allí se genera un foco de atención
dinámico, dado por la bandera argentina flameante sobre
el arco y el jinete que se dispone a atravesarlo en su cabalgadura.
Este clímax de acción, que se concentra en la actividad
lúdica, se contrapone a la disposición estática de los espectadores.
Allí se representa plásticamente la amplia participación de
individuos provenientes del campo y la ciudad.
Gimarey, María; Costa, María Eugenia y Milazzo, Gisella; obra
citada.
Como cierre de las consideraciones previas, se puede afirmar que en este encuentro entre mundos culturalmente diversos y clases sociales diferentes en la pausa que la fiesta imprime a la vida cotidiana, el juego parece tener un rol fundamental. Con su particular poder de persuasión y su amplia capacidad de convocatoria, el juego permitía este encuentro: por un tiempo, todos los participantes estaban sujetos a las mismas reglas y se abolían las mencionadas diferencias. Por otra parte, cada uno de los divertimentos, tanto de origen urbano como rural, propiciaba el intercambio de experiencias entre ambos mundos. Gimarey, María; Costa, María Eugenia y Milazzo, Gisella; obra citada
La obra representa la celebración de las fiestas mayas en su escenario central, la Plaza de la Victoria, vista desde la Recova Vieja hacia la Catedral. La fiesta representada es contemporánea al momento de su producción (1841), ya que las litografías eran, entre otras cosas, un medio para registrar los sucesos del momento.
Los edificios que pueden verse desde esta perspectiva son la iglesia Catedral (que aún no tiene el relieve –frontispicio– realizado en 1861, luego de Pavón) y, a su izquierda, el antiguo edifico del departamento de policía (que no existe en la actualidad), a cuya izquierda se encontraba el Cabildo (no representado en esta imagen). La Plaza de la Victoria: en tanto plaza sin ningún tipo de equipamiento, permitía la realización de todo tipo de actividades. En el centro de la escena se ve la Pirámide de Mayo original (es decir, antes de su remodelación) instalada en 1811 como parte de la primera conmemoración de la revolución. Puede observarse la ornamentación de este monumento realizada para la celebración de la fiesta cívica. El elemento central de esta ornamentación son las banderas, entre las cuales se destacan –coronando el monumento– las celestes y blancas con el sol en el centro.25 Pueden verse también las guirnaldas que adornan el monumento. La ubicación de la Pirámide también difiere de la actual ya que, si bien se ubicaba en el centro de la plaza como la que podemos ver en estos días, se trataba de la Plaza de la Victoria y no la actual Plaza de Mayo (entonces dividida por la Recova Vieja que determinaba dos plazas contiguas: la de la Victoria y la del Fuerte).
Arquitectura efímera para la ornamentación y realización de actividades (arcos en el perímetro de la plaza y alrededores de la pirámide. Frente a la Catedral, parece haber un tablado). Los elementos de juego Un globo “cautivo” también embanderado como elemento importante para la diversión de los asistentes. Dispositivos para el lanzamiento de fuegos artificiales (circulares –ruedas– y triangulares) embanderados.
Dispositivos para la realización de juegos:
Además del público de la plaza, puede observarse gente en los balcones y las azoteas de los edificios linderos a la Plaza (las azoteas son características de la edificación de Buenos Aires). Puede suponerse que desde allí, algunos sectores de la elite podían seguir las actividades desde algo más lejos pero con una visión de conjunto.
En esta obra, Pellegrini representa las fiestas mayas en uno de sus espacios periféricos: el Retiro. Este ámbito despojado permitía el despliegue de actividades típicas de la campaña. El lugar era conocido como el Retiro por la cercanía con una quinta llamada así. La obra pertenece al mismo álbum citado anteriormente. Se reiteran en esta obra cuestiones relativas a la ornamentación y a los participantes de la celebración que el mismo autor representa en Fiestas Mayas:
La bandera celeste y blanca ornamenta el arco de medio punto del cual pende la sortija coronando este dispositivo que protagoniza la escena narrada, en movimiento. Las personas y sectores sociales representados y sus características observables (vestimenta, actitudes, conformación de los grupos). En el cuadrante inferior izquierdo aparece representada una escena que remite a la interacción de personas que pertenecen, aparentemente y si se tienen en cuenta sus vestimentas, a sectores sociales diferentes (militar, gaucho, hombre de elite).
La carrera de sortija o caña es de origen rural. Lo juega un personaje del campo que demuestra su habilidad ante el público asistente que mira, expectante, el momento cúlmine de la carrera.
De fondo, se ven los cuarteles del Retiro, que dan marco a este paraje de la periferia de la ciudad.
Tres años más tarde que Pellegrini, Alberico Ísola publica una representación de las fiestas mayas cuya imagen es bien diferente de las anteriores y podría considerarse complementaria para conocer mejor las celebraciones de la época. Sobre el autor: Alberico Ísola Albérico Ísola, italiano nacido en 1827, fue un litógrafo e ilustrador del que poco se sabe. Instalado en Buenos Aires, realizaba litografías sobre dibujos de otros artistas destacados en laépoca, como Morel. A los 18 años publicó, bajo su propia firma, elÁlbum argentino, o sea, edificios, vistas y costumbres de la Provincia y Ciudad de Buenos Aires, compuesto por diez pequeñas litografías impresas de a dos por página.
La Plaza de la Victoria, el 25 de Mayo de 1844 Bonifacio del Carril describe la obra de Ísola del siguiente modo:
La Plaza de la Victoria, el 25 de Mayo de 1844 muestra otro aspecto de la celebración de la fecha patria, complementaria del evocado en las litografías de Pellegrini. Flanqueados los cuatro costados de la Plaza por las tropas en rigurosa formación, bajo las banderas azules y blancas, rojas y blancas también, desfila la lujosa carroza de don Juan Manuel de Rosas entre los vítores de la apretada multitud. Bonifacio del Carril, 1964, obra citada.
La litografía de Ísola narra otro momento de la fiesta, el del acto cívico, en particular, la formación
militar. Como distintivo de esta etapa, la celebración incluía como rito fundamental
el desfile del Gobernador.
El lugar: la Plaza de la Victoria y sus alrededores
Nuevamente, la Plaza de la Victoria es el escenario de la fiesta. En este caso, es la sede de
las ceremonias cívicas que junto con los otros componentes de origen popular (juegos,
diversiones) forman parte de la misma fiesta.
La Plaza, ornamentada para la ocasión, presenta banderas diversas y arquitectura efímera
rodeando la Pirámide. Se observan, además, dispositivos de juego (ver abajo) similares
a los representados por Pellegrini.
Como en Fiestas Mayas, la Pirámide, símbolo de la Revolución, ocupa un lugar preponderante
en la escena.
El ángulo de la imagen es el inverso al de Fiestas Mayas (desde la Catedral hacia la
Recova Vieja). Eso permite observar otros frentes de la Plaza, hacia el sur-este, y allí las
siguientes edificaciones:
Las personas: Tienen una presencia notable en la imagen las formaciones militares: regimientos de milicias y mazorqueros flanquean los cuatro frentes de la plaza. Están formados de manera de quedar enfrentados al desfile de la carroza del Gobernador. La carroza, según Del Carril, transporta a Rosas. En su parte posterior, parece advertirse un mazorquero en actitud de custodia. Delante y detrás del carruaje, otros personajes cumplirían el mismo papel.
Entre el público asistente se puede distinguir:
Aparatos para lanzar fuegos artificiales en la plaza, entre la Pirámide y el Cabildo. “Rompecabezas”30. Alrededor de éste, hay gente congregada. Se puede pensar que esperan el comienzo de este juego de competición, que iniciaría posiblemente una vez concluido el desfile del gobernador. En el otro vértice de la plaza visible en la imagen parece insinuarse una escena similar.
A pesar de las diferencias notorias entre las imágenes de Pellegrini y de Ísola, en una primera
mirada, el análisis de las mismas permite advertir elementos en común. La descripción de
las fiestas de las diversas fuentes escritas presentadas avalarían la hipótesis que explica las
diferencias en las imágenes en relación con los diferentes momentos de una misma fiesta:
el acto cívico, los desfiles militares –por una parte– y la fiesta popular centrada en los juegos
–por otra–. En otras palabras, las diferencias en las escenas representadas por Pellegrini e
Ísola no estarían dando cuenta de cambios significativos en el modo de celebrar la Revolución.
31 Otro modo de analizar estas diferencias es atribuir a la obra de Pellegrini la intención
de representar la fiesta popular. En la de Ísola, el énfasis estaría puesto en la presencia del
Estado, también partícipe fundamental de esta fiesta cívico-popular.
La siguiente fuente–entre muchas otras–, de 1861, aporta información que permite avalar la hipótesis de interpretación conjunta de las imágenes como dos momentos de una misma fiesta.