Infancias
por Silvia Serra y Perla Zelmanovich
Asesoramiento cinematográfico Diana Paladino.
Selección de películas Alejandro Vagnenkos.
El titulo de esta serie pretende poner de relieve que los modos de transitar
las infancias son múltiples porque también lo son los modos
en que la sociedad y los adultos nos posicionamos frente a los niños
y las niñas. Partimos de la convicción de que en esas diferencias
se asientan los modos de transcurrir esa edad de la vida, que no es cronológica,
o no sólo, sino primordialmente social, cultural, económica,
política y subjetiva. Se trata en este sentido de un desafío
ético por cuanto nos permite construir una agenda de cuestiones para
pensar hoy a los niños, al tiempo que pensarnos en relación
a ellos como docentes y como escuela. Partimos de entender que siempre es
a partir de un Otro, de su mirada y de su escucha en que las que el sujeto
se constituye y son las instituciones públicas las que asumen esta
responsabilidad política.
Las películas que ofrecemos en esta nueva entrega del archivo fílmico,
son una invitación a pensar esos diferentes modos que tenemos de afrontar
la relación con nuestros alumnos, que muchas veces se nos presentan
diversos, extraños, ajenos.
Todas abren la dimensión de la singularidad que se juega en esa relación
que mantenemos con ellos y ubican, cada una a su manera, el valor y las posibilidades
que abre el reinventar el vínculo con nuestros alumnos en esta época.
Están situadas en tiempos y espacios diversos, de modo tal que nos
permiten avizorar las diferencias y las constantes que recorren el vínculo
intergeneracional.
Presentan un elemento en común: ninguna de ellas se ocupa específicamente
de lo que sucede en el interior de las escuelas. Por el contrario, se ocupan
del exterior de la escuela, de chicos que transitan diferentes situaciones
(violencia, ausencia de adultos, pobreza). Cada una recorre otra arista de
una realidad que cada vez más nos llega facetada. Sus bordes suelen
saber ásperos, como son ásperas las realidades que viven los
chicos fuera de las escuelas y las que vivimos con ellos dentro de las mismas.
Pero también sabemos de las satisfacciones que nos devuelven cuando
logramos algún brillo donde parecía que todo era opaco y oscuro.
En un espacio que pretende reflexionar sobre las autoridades que construyen
infancias, esas películas son en sí mismas miradas adultas sobre
distintas infancias, expuestas con la espesura con que es capaz de dotar a
las historias que cuentan: sensaciones, encuadres, tonos, composiciones de
luz y sonido con capacidad de emocionarnos, de presentar vidas e historias
singulares y dotarlas de sentimientos y ponerlos en juego. El cine, como lenguaje,
se vuelve pedagógico en su capacidad de hacer visible, en su complejidad,
las vidas y sinsabores de chicos, que bien podrían ser los nuestros,
los que habitan nuestras escuelas, los que nos interrogan acerca de nuestra
cotidiana tarea. El cine se convierte en un aliado, nuestro aliado, para hacer
común unas historias, para abrir un espacio de reflexión donde
volver a pensar los avatares de las relaciones intergeneracionales en los
espacios educativos. En este sentido, el cine constituye una especie de “herramienta”,
al ubicar nuestros debates escolares en un contexto y complejizar realidades
que suelen verse como “naturales”, pero una herramienta que se
vuelve doblemente potente por hacerlo desde un lenguaje que conjuga emoción
y pensamiento.
Los escritos que acompañan estas películas son escritos hechos
por docentes, por compañeros de ruta que se dispusieron a pensar su
propia experiencia como educadores y se dejaron interrogar por estas miradas.
Aurora Nazarre se precipita en un mar de preguntas cuando nos acera “Ciudad
de Dios”, con la turbulencia que recoge de las propias escenas que muestran
esa cara más desconocida, que es la de esos niños que no parecen
ser tales, que parece que pueden llevar sus vidas sin adultos y que las violencias
se sustentan en una legalidad diferente a la instituida y que es necesario
desentrañar para entender su lógica de funcionamiento. Nos acerca
a pensar el circuito de producción de la violencia aportando de este
modo a desnaturalizarla al tiempo que abre un horizonte de posibilidades.
Insinúa la potencialidad que tiene la escuela de producir inscripciones
cuando los chicos se encuentran “desamarrados” de sus propios
marcos familiares. Introduce un tema clave para pensar hoy la situación
de la infancia, como es el de la ley, para pensarlo en su doble vertiente
de aquello que prohibe y también que habilita. Es una mirada cruda,
y al mismo tiempo esperanzada
.
Graciela Favilli, cuando piensa “Niños del cielo”, nos
trae un escrito que guarda la consistencia de esa faceta que parece más
segura, la que entraña valores que conocemos pero que muchas veces
desconoce al niño que hay detrás. Introduce una pregunta clave:
¿cómo pensar una autoridad tradicional en una sociedad que ha
dejado de serlo? Ésa es la provocación que nos trae una película
situada en un tiempo, espacio y cultura que nos son lejanos cuando nos advierte
sobre los riesgos de apelar a la nostalgia de una versión autoritaria
para afrontar las dificultades que tenemos hoy para construir una escena de
enseñanza con nuestros alumnos. Ubica las potencialidades que abre
el lazo horizontal y fraterno entre los chicos cuando este lazo no queda por
fuera de una autoridad facilitadora y democrática, así como
la dimensión estructural y estructurante que tiene el juego en la infancia.
Es una mirada que advierte al tiempo que insinúa alternativas.
Alejandro Vagnenkos nos convida con “El Bola”, ese niño
que busca una marca en su cuerpo que lo ligue a una filiación amorosa
y lo desmarque de otra que tiene un costado de dolor. Este se produce cuando
el niño es mero objeto de los deseos de un adulto que no resigna sus
ideales aun a costa de sacrificar a su propia cría. Ubica una reflexión
en torno a la violencia al interior de las propias familias y las posibilidades
que brinda a los sujetos abrirse a otros vínculos, en este caso con
otras familias o con otros adultos en las escuelas, en lo que a nuestra tarea
refiere. Trae el cuidado y la dimensión simbólica de los procesos
filiatorios en contraposición a una perspectiva que supone que se trata
de un hecho dado por naturaleza.
Isabel Asquini con su señor “Al Ibrahim” nos introduce
en los senderos que recorre un joven que puede hacerse extranjero de su propia
cultura y adoptar otra que le devuelva una manera de referenciarse a las palabras
y las miradas de otros adultos por fuera del circuito familiar. Ubica claramente
en este sentido, la adultez como función, lo cual abre una vez más
para la escuela un horizonte de posibilidades para la intervención.
También permite apreciar este escrito el valor de la relación
con quien transmite el saber, en su vertiente del dejarse enseñar y
de su relación con el deseo de conocer y de ofrecer la lectura. Finalmente
subraya el valor que tiene el no dejarse engañar ante actitudes que
pueden ser vistas como delictivas cuando se trata de un niño que está
intentando constituir alguna identidad.
Los invitamos entonces a transitar estas películas, para que cada uno
construya sus propias lecturas y asociarnos así a un desafío
de pensar el lugar de los adultos y de la escuela así como la responsabilidad
política sobre la infancia, desde una institución pública
como es el CePA comprometida con la formación de las nuevas generaciones.