La elección de un estilo
Desde el punto de vista cinematográfico, posiblemente, el rasgo más
destacable de Kids es su estilo. Un estilo espontáneo. Una especie de
registro “en crudo” de aquello que se sucede ante la cámara.
Tomas entrecortadas, planos cortos, abundancia de primeros planos, y personajes
que se mueven y que hablan entre sí como si no consideraran la puesta
de cámara, promueven esa impresión de realidad que tiene el film
y que ha hecho que varios críticos lo consideraran, incluso, como un
tardío exponente del cinema vérité. (1)
Esto es, un documental en el que el realizador se limita a observar y registrar
lo que ocurre sin provocar situaciones ni interferir con los hechos. Sin embargo,
este no es el caso de Kids. Este no es un film documental que captura fragmentos
de la realidad al azar. Profesionales o no, los que vemos son actores interpretando
personajes en escenarios prefijados según las pautas de un guión
preestablecido. En este sentido, Larry Clark explicó que no hubo improvisaciones
y que todo el film responde a un atento trabajo de puesta en escena según
el libro escrito por Harmony Korine, un amigo de tan sólo diecinueve
años.
La cuestión es, entonces, revisar porqué Clark eligió contar
esta historia de ficción valiéndose de muchas de las claves estéticas
y expresivas del cine documental.
La urgencia en captar el vacío cotidiano, en mostrar las 24 horas del
deambular ocioso de los personajes tiene que ver con la inmediatez que impone
el “estilo directo” de la cámara en mano, la utilización
del sonido sincronizado y el sostenimiento de los tiempos muertos. Del mismo
modo, el aprovechamiento de escenarios naturales, como la calle y el parque,
cristalizan un espacio poblado, vivo, “esculpido a partir de un mundo
histórico en vez de fabricado”(2). Un espacio exterior-público
que, en otro orden, se confronta con el micromundo interior-privado de las casas
superpobladas de adolescentes y vacías de adultos.