Arbolado Urbano Nativo
El uso de árboles nativos en el arbolado urbano está ganando reconocimiento por su capacidad para mejorar la sostenibilidad y la resiliencia de las ciudades. Al elegir especies locales, podemos aumentar la biodiversidad y contribuir a enriquecer el ecosistema urbano.
A diferencia de las especies exóticas, que provienen de otras regiones del mundo y han sido introducidas por los seres humanos, las especies autóctonas son aquellas propias de una región geográfica y que han evolucionado en ésta, interactuando con los demás organismos presentes, como la fauna silvestre. Es habitual también que se emplee el término “nativo” como sinónimo de autóctono, por ser más ameno y recordable. Las especies autóctonas no reconocen límites políticos sino que se dispersan según las diferentes ecorregiones: zonas geográficas que se caracterizan por un clima, geología, hidrología, flora y fauna determinados. En ocasiones, algunas ecorregiones pueden compartir ciertas especies, aunque los individuos presentan una genética diferente (producto de adaptaciones evolutivas asociadas a su ambiente específico). Incorporar especies nativas en determinadas áreas verdes de la Ciudad ofrece numerosos beneficios ecológicos, sociales y económicos.
La adaptación climática de las especies nativas reduce la necesidad de riego que muchas especies exóticas requieren para establecerse correctamente en un lugar. Además, al proporcionar hábitats para la fauna local, estas especies ayudan a aumentar y conservar la biodiversidad urbana. Sin embargo, a pesar de su adaptación a las condiciones climáticas locales naturales, es importante considerar su capacidad de adaptación al ambiente urbano, además de sus características propias y tamaño final, al seleccionar árboles nativos adecuados para el arbolado de la ciudad. Es por ello que en ciertos espacios no es posible utilizar éstos, en especial en arbolado viario. Asimismo, hoy en día se emplean especies que no son propias de los ambientes originarios de la Ciudad (los cuales son: pastizal pampeano, delta e islas del Paraná y espinal), pero sí de otras ecorregiones del país, lo que les otorga características intermedias de adaptación a condiciones ecológicas y del entorno urbano.
En la siguientes imágenes podés apreciar las floraciones de seis especies nativas de diversas ecorregiones de nuestro país presentes en el arbolado urbano de la Ciudad: Ibirá pitá (Peltophorum dubium), Aguaribay (Schinus molle), Anacahuita o Arrayán (Blepharocalyx salicifolius), Ceibo (Erythrina crista-galli), Lapacho rosado (Handroanthus impetiginosus) y Espinillo (Vachellia caven).
La elección de especies nativas para el arbolado urbano no solo responde a razones ecológicas y prácticas, sino también a su profundo significado cultural. Estos árboles están íntimamente ligados a la identidad y la historia de la región, aportando un valor simbólico que enriquece nuestro entorno urbano y fortalece nuestra conexión con la Ciudad que habitamos.
Los árboles nativos han estado presentes en la vida cotidiana de las comunidades locales durante siglos, formando parte de sus mitos, leyendas y tradiciones. En la Ciudad de Buenos Aires, especies como el Jacarandá (Jacaranda mimosifolia) no solo embellecen las calles con su emblemática floración, sino que también anuncian y simbolizan la llegada de la primavera desde hace muchísimos años, siendo inspiración de obras artísticas y piezas culturales.
"Al este y al oeste, llueve y lloverá una flor y otra flor celeste del jacarandá..."
La selección de especies nativas para el arbolado urbano no solo mejora la sostenibilidad y la resiliencia de la Ciudad, sino que también preserva y promueve nuestra rica herencia cultural. Al conservar e integrar estos árboles en nuestro entorno urbano, celebramos nuestra historia y nuestra identidad. Además, esto fomenta un sentido de comunidad, ya que la plantación y el cuidado de estos árboles pueden ser actividades comunitarias que unen a los vecinos en torno a un objetivo común: proteger y celebrar el patrimonio natural de la Ciudad. Estas iniciativas no solo contribuyen al embellecimiento del entorno, sino que también fortalecen los lazos sociales y promueven una mayor conciencia ambiental.
