Pizzerías y heladerías
Clásicos del circuito gastronómico porteño.
Pizzerías
De valor patrimonial de Buenos Aires
El sello distintivo del paisaje ciudadano está forjado por el tiempo, sobre la base de las costumbres más arraigadas de sus habitantes. La gastronomía forma parte indivisible del patrimonio cultural de un pueblo. Reconocida y elegida por los viajeros del mundo como una ciudad que se destaca por su oferta gastronómica, Buenos Aires conforma un escenario urbano donde conviven sus bares tradicionales con lo más sofisticado de las últimas tendencias, y entre ellos, un clásico: las pizzerías.
Algunas de ellas guardan la historia de reconocidos músicos, gente de teatro, escritores y periodistas; habitués de una extensa variedad de lugares que todavía funcionan y conservan el secreto de la exquisita variedad de su producción, acompañada por la mística bohemia que es un rasgo que le devuelve a Buenos Aires esa seducción irresistible, que experimentan aquellos que llegan y siempre quieren volver a recorrerla.
Heladerías
De Buenos Aires
Al regresar de sus viajes en el siglo XII, Marco Polo hizo conocer varias recetas de postres helados que preparaban en Asia desde hacía cientos de años. Pronto esta novedad se incorporó para delicia de las cortes italianas y algunas otras europeas. Sin embargo, la popularidad y el “negocio” surgieron en 1686 cuando el italiano Francesco Procopio dei Coltelli, verdadero visionario, comenzó a servir helados en su famoso Café Procope, de la rue de L´Ancienne Comédie, en el corazón de París.
En nuestro país, la historia del helado se vincula con la del hielo que no se fabricó en la Argentina hasta la segunda mitad del siglo XIX. Era un artículo suntuario que se importaba en grandes barras envueltas en aserrín desde Inglaterra y Estados Unidos. En 1856 se sirvieron en Buenos Aires los primeros refrescos con hielo importado en el Café de París, en el de Las Armas, Los Catalanes (del italiano Francisco Migone) y en el Café Del Plata en la calle Federación (hoy Rivadavia).
Hoy las heladerías porteñas como en pocas partes del mundo han mantenido la manufactura artesanal ya sea en las prestigiosas cadenas, o en locales únicos. Forman parte de nuestro paisaje urbano.
En todos los barrios ofrecen sus exquisiteces. Sus consumidores son especialistas que discuten sutiles diferencias de calidad o variedad entre una y otra heladería. Los visitantes a nuestra ciudad ya saben que el helado artesanal es uno de sus atractivos gastronómicos, y lo buscan.