Columna de Opinión

"Es necesario que nos saquemos el pañuelo de los ojos, y para eso resulta indispensable que relevemos el alcance de la nueva vida que nos toca, y con esa información identifiquemos, evaluemos y gestionemos los nuevos riesgos de nuestra labor."

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Autora: Dra. María Estela Moreno, Auditora Interna Titular del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación.

CONTROLANDO SIN VER

Les propongo un juego: tomen un pañuelo y cúbranse los ojos. Les daré instrucciones de cómo armar una torre con ladrillos blancos y azules alternados. La idea es que podamos hacerlo juntos, en quince minutos, y para ello, tendrán disponibles los bloques de plástico en una cómoda mesa, pero les aclaro que ustedes nunca han tocado elementos parecidos. Sólo se guiarán por mis instrucciones, así como su tacto, sentido común y habilidad. ¡Buena suerte! Seguramente estarán pensando que no puede ser tan difícil, pero no les dije que mis instrucciones estarán escritas en un papel y se quedarán esperándolas sin sentido alguno.

En estos últimos meses, nos hemos sentido así algunas veces (por no decir muchas), a ciegas, sin saber qué hacer, pensando “no puede ser tan difícil”, y al mismo tiempo, complejizando hasta la tarea más elemental.

Nunca creímos que la discusión con quienes controlamos ya no sería por acceder a la información, sino por cómo hacerlo, cómo medir su competencia, cómo confiar en su calidad.

Alguna vez, quizá, fantaseamos que un sistema computarizado podría reemplazarnos, pero hoy entendemos que sólo aliándonos con la tecnología podremos cumplir el objetivo de nuestra labor: controlar eficientemente.

Henos aquí, en medio de una pandemia, saliendo de ocho meses de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, iniciando un proceso de distanciamiento no sabemos por cuánto tiempo más, y haciéndonos amigos de la idea de aprender cómo ser auditores en esta llamada “nueva normalidad”.

Algunos lineamientos de otros organismos de control nos dan la pauta de que esto recién comienza, que debemos tener estrategias no solo para auditar en estos momentos, sino para recuperar lo que no hicimos hasta ahora y para auditar este anómalo ejercicio.

Y es nuestra responsabilidad. Quienes somos auditores de oficio sabemos que el control entendido como limitación al poder es una herramienta que resguarda la democracia, y debemos ser guardianes del sistema democrático. Controlar en el medio del descontrol, controlar entendiendo el alcance de la emergencia, pero entendiendo el rol de la rendición de cuentas en la emergencia también.

Ahora bien, es necesario que nos saquemos el pañuelo de los ojos, y para eso resulta indispensable que relevemos el alcance de la nueva vida que nos toca, y con esa información identifiquemos, evaluemos y gestionemos los nuevos riesgos de nuestra labor.

Necesitamos hacernos preguntas sencillas sobre los objetivos de nuestro trabajo: ¿agrega valor la tarea que llevamos adelante? ¿Cuál es el objetivo del control que realizamos? ¿Modifica nuestro control las acciones del Estado de manera positiva? Que nosotros controlemos, ¿mejora la vida de la gente? De acuerdo con las respuestas que obtengamos, deberemos trazar un esquema de planificación de nuestro trabajo en este nuevo contexto.

Muchas son las ideas que están dando vuelta en los organismos de control mundiales para auditar en tiempos del “bicho”, ¿pero tomamos conciencia de la utilidad que algunos cambios pueden tener para llegar a quedarse en estos tiempos? No todo ha sido negativo: el rol de los auditores, que han estado a la altura de las circunstancias, asesorando y asistiendo, ha cobrado más relevancia y ha determinado un nuevo espacio de construcción en la administración, que el oficio requería y merecía.

Las estrategias de control en tiempos de aislamiento han requerido de nosotros, los auditores, una “vuelta de tuerca” en nuestra creatividad, para poder acercarnos a nuestro objeto de control y trabajar en la prevención, hoy más que nunca.

La fase de relevamiento, duplicando sus tiempos, se ha vuelto no solo la más significativa, sin duda alguna, sino también la base indispensable para una construcción eficaz de una columna de control organizacional en tiempos de COVID-19.

Tenemos que ayudar al Estado a ponerse de pie, y desde esas ruinas que quedan tras los desastres naturales debemos edificar estructuras más fuertes que las anteriores, adueñándonos de lo bueno que hemos aprendido y solidificando la línea de partida de esta nueva etapa cuasi fundacional.

Para los auditores, el 2021 es un segundo gran desafío. No sólo debemos terminar un año en el cual estuvimos con los ojos tapados casi por completo, ¡sino que será imprescindible auditarlo el año entrante! Y, de nuevo, tendremos que construir criterios adecuados, hacernos nuevas preguntas y generar nuevos escenarios.

Debemos ponernos de acuerdo en algunas premisas básicas:

  1. Los auditores nos formamos opinión sobre lo que podemos probar.
  2. La opinión es resultante del cotejo de la realidad con el criterio.
  3. El desafío pos-pandemia es la construcción del criterio.
  4. Un criterio no realista o no razonable tirará por tierra la labor del auditor y perjudicará la labor del Estado.

Trabajar bajo estas premisas será el faro que nos llevará por el camino seguro.

Si los auditores nos formamos opinión sobre lo que podemos probar, tenemos que saber que vamos a detectar mucha desprolijidad en la construcción administrativa de estos meses, debiendo discernir desprolijidad de irregularidad.

En aquellos Gobiernos donde la digitalización sea un proceso más avanzado, el riesgo disminuye, aumentando en las administraciones que se basan en el uso del papel casi de manera exclusiva. Aquí será importante relevar las herramientas normativas de las que se haya valido cada administración para ordenar su aislamiento.

Los sistemas que organizan de forma automatizada la información, empiezan a generarnos un nuevo desafío: auditar sistemas; y para esto, es necesario contar con un fortalecimiento pertinente de las competencias para tal labor, además de la incorporación de especialistas informáticos. Todo auditor debe contar con herramientas básicas para el relevamiento de sistemas, aunque la complejidad a la que se está avanzando necesita cada vez más de perfiles específicos.

Asimismo, será útil que toda la información proveniente de medios digitales tenga el sustento normativo que le dé su calidad de competente. La confiabilidad de la evidencia para nuestra opción es indispensable, y es otro de los desafíos actuales.

En el marco de estas nuevas prácticas también se ha puesto en discusión la necesidad inevitable de la realización de observaciones in situ para la labor del auditor. Se nos formó hablándonos de la importancia del ver, pero cuando trato de indagar los motivos de la “relevancia del ver” me encuentro con respuestas evasivas y muchas veces infundadas. Es momento de que ejerciendo nuestra labor en los Planes Operativos de Trabajo analicemos las tareas de campo cabalmente, estableciendo qué tareas son inevitables y necesariamente presenciales, y cuáles no, a fin de mejor programar nuestra labor y proteger a los equipos de auditoría.

Pensando en la “nueva normalidad”

Está claro que no nos vamos a sacar el barbijo de un día para el otro, por lo cual a la lupa habrá que agregarle el tapaboca. Y para esto, nos debemos las discusiones sobre el hacer, obre qué cambió, cuánto cambió y cómo cambió.

¿Qué cambió? El mapa de riesgos del auditado. El primer paso es la construcción del nuevo mapa. En ese camino, seguramente, detectaremos la necesidad de fortalecer el ambiente de control en cuanto a las normas que establezcan los objetivos de las nuevas estrategias. Deberemos relevar los cambios en los objetivos normativos, financieros y operacionales (a fin de establecer los riesgos inherentes a las operaciones del auditado), y los cambios de control que la nueva realidad presenta, para poder identificar las actividades recomendables a implementar o ya implementadas.

¿Cuánto cambió? La respuesta a esta pregunta dependerá de cada auditado, pero sin duda el cambio del contexto general ha impactado significativamente, más allá de la naturaleza del negocio del ente, en sus recursos humanos y en el contexto en el que desarrolla sus actividades. Es muy relevante establecer con exactitud la magnitud de los cambios, ya que de acuerdo con ella serán efectuadas las acciones de control y las pruebas de cumplimiento que deberemos aplicar.

¿Cómo cambió? Tendrá seguramente un sinfín de matices, aunque hay protocolos y actitudes adoptadas que ya se vislumbran como buenas prácticas, que pueden sistematizarse y pueden constituirse en criterio, sin duda alguna.

La “nueva normalidad” nos enfrenta a desentendernos de las rutinas, a sacarnos la “naftalina” y, de una vez por todas, dejar de hacer auditoría por chequeo sistemático para diseñar programas de trabajo acorde a la naturaleza de cada auditado, con alcance a sus procesos de acuerdo con los niveles de madurez de sus matrices de riesgo, impacto y probabilidad. Es lo que llamo “auditoría artesanal”, un esquema que requiere no solo de habilidades y competencias por parte de los auditores, sino también de estrategias creativas que incluyan metodologías de análisis de políticas públicas, que además de ayudarnos a detectar las falencias de los procesos examinados nos den pistas ciertas de soluciones viables y razonables para recomendar.

La auditoría debe dejar de ser el “aparato busca errores” y transformarse en la “herramienta detecta soluciones”. Las lógicas de asesoramiento no vinculante deben destinarse masivamente a la gestión desde el control, como así también las instancias de capacitación, a fin de que quienes sabemos del arte de controlar podamos transmitirle a los gestionadores sobre qué puntos de atención deben trabajar sus procesos y acentuar sus supervisiones y controles.

Estamos en un momento de nuevos inicios; ojalá sepamos aprovecharlos, incorporándonos de una vez por todas al ciclo de la política pública para el logro de objetivos de mejora para la vida de los ciudadanos que reciben las políticas que controlamos). Si esto sucede, la labor estará cumplida, y de lo contrario seguiremos siendo los burócratas de la oficina del fondo, ahora con tapabocas. Esperemos que la “nueva normalidad” funde una “nueva auditoría gubernamental”.

María Estela Moreno es Licenciada en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires, Argentina), Magíster en Auditoría Gubernamental (Universidad Nacional de San Martín, Argentina), Magíster en Alta Dirección Pública (Universidad Menéndez Pelayo, España) y Doctora en Ciencias Políticas y de la Administración (Universidad de Murcia, España).

Ha realizado posgrados en Medios de Comunicación y Opinión Pública (FLACSO), Metodología Cualitativa (CEIL - CONICET), en Gestión Socio-urbana y Participación Ciudadana en Políticas Públicas (FLACSO), realizó el Programa de Desarrollo de Competencias de Gestión para la Alta Dirección Pública (Universidad de San Andrés) y realizó la Diplomatura en Governance, Compliance, Control & Assurance. Universidad de San Andrés, (2019). Se ha certificado internacionalmente como Compliance Professional en la UCEMA.

Es la Coordinadora Académica de la Maestría en Auditoría Gubernamental de las UNSAM. Se ha desempeñado y se desempeña como docente en la Universidad de Buenos Aires, la Auditoria General de la Ciudad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Matanza, la Dirección General de Auditoria del Ministerio de Economía de la Provincia de Tucumán, la Universidad Tecnológica Nacional, la Asociación de Profesionales de Organismos de Control (APOC), el Centro de Estudios La Piedad, la Universidad de Tres de Febrero, la Universidad Nacional de San Martín, la Unidad de Auditoría Interna del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la Unidad de Auditoría Interna del Organismo Nacional de Administración de Bienes (ONABE), la Universidad de la Cuenca del Plata, la Universidad del Litoral, la Universidad Nacional de Cuyo, el EATC, el IPAP y el Centro de Estudios e Investigaciones en Políticas Públicas (CEIPP), todos ellos de Argentina.

Es consultora nacional e internacional en cuestiones de control y gestión pública, para el BID, el BIRF, VNG y CAF. Su experiencia en gestión y en control se refleja en su desempeño como Directora General del Centro de Gestión y Participación Comunal 1, como Directora de Programación Operativa del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, como Auditora Supervisora en la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires y como Auditora Interna de la Agencia Gubernamental de Control, del Ministerio de Justicia y Seguridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de la Unidad de Auditoría Interna de la Dirección Nacional de Migraciones y Directora General de Planificación de la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente es la Auditora Interna Titular del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación.

ISSN electrónico 2718- 6784