De carbonero a pintor
Benito Quinquela Martín nace presumiblemente un 1° de marzo de 1890, según la estimación de las Hermanas de la Caridad, de la Casa de Niños Expósitos, del barrio de Barracas al Norte, donde es abandonado el 20 de marzo de ese año.
Familia y niñez
El 18 de noviembre 1897 es adoptado por un matrimonio de clase humilde, conformado por Manuel Chinchella, italiano, de Génova, y Justina Molina, entrerriana, de Gualeguaychú -de ascendencia indígena-, quienes tienen una carbonería en la calle Irala, en el barrio de la Boca. Manuel, hombre fornido, trabaja asimismo descargando carbón en el puerto.
Quinquela ingresa en el año 1898 a la Escuela Primaria N° 4, en la calle Australia 145, a pocas cuadras de su hogar, pero debe abandonarla tras haber cursado sólo tres años, debido a la situación económica de sus padres; Benito debía ayudarlos en la atención de la carbonería y en el reparto de carbón a domicilio. Utiliza sus ratos libres para dibujar utilizando el carbón del negocio de sus padres.
Debido a que la pequeña carboneria no produce los ingresos esperados, los Chinchella se mudan a una casa más grande, que alquilan en la calle Magallanes 970.
En el año 1904, Quinquela comienza a participar en la vida política repartiendo volantes y pegando carteles en la campaña que llevará al doctor Alfredo Palacios a ser el primer diputado socialista de Latinoamérica.
En 1905 comienza a trabajar en la Ribera boquense, por ese entonces primer puerto carbonero del país, como peón de descarga junto a su padre adoptivo. Ese paisaje ribereño pleno de escenas de esforzados trabajadores, barcos y botes, conventillos precarios de madera y zinc; el sol, la bruma, las calles empedradas, los carros, los galpones, los aserraderos… Sus compañeros de trabajo lo llaman el “Mosquito”, porque pica fuerte a la hora de meter el hombro.
El despertar del arte
Alrededor del año 1906, toma por un breve período lecciones de dibujo y perspectiva en la casa-taller del ebanista italiano Arturo Casaburi.
Hacia 1907 ingresa en la Sociedad Unión de La Boca, dentro de la cual funciona la Academia Musical Pezzini – Stiattesi, donde dos veces por semana toma clases de dibujo y pintura dictadas por Alfredo Lazzari. Este artista toscano es el introductor en la Argentina del impresionismo italiano de los macchiaioli, y de él Quinquela incorpora el gusto por lo luminoso, la frescura del color, y aprende algo muy importante, el respeto por la libertad en el arte. Allí conoce a Fortunato Lacámera, Arturo Maresca, al joven estudiante de música Juan de Dios Filiberto, quien será su inseparable amigo; Camilo Mandelli, Pedro Roca y Marsal, Luis Ferrini, Santiago Stagnaro y otros. El maestro suele llevar a sus discípulos, algunas tardes de domingo, a tomar apuntes del paisaje natural, principalmente a la Isla Maciel y a Parque Lezama. Quinquela asistirá a las clases hasta el año 1911.
“El Salón Unión era una especie de academia universal, donde se enseñaba música, canto, pintura, yeso, baile, corte y confección y no sé cuántas cosas más”.
“Lo que me enseñaba Lazzari lo iba completando y ampliando por mí mismo. Robándole horas al sueño y al trabajo, pintaba, leía y poco a poco fui aminorando mi ignorancia, que era realmente enciclopédica”.
Las noches que no tiene academia acude a la Sociedad de Caldereros, que posee una pequeña biblioteca, o bien al Centro Socialista de la Sección 4ª de la Boca, cuya biblioteca es más grande y ecléctica. Allí conoce la obra de Dostoievski, Gorki, el príncipe Kropotkin y otros autores rusos. También descubre el libro El Arte, de Auguste Rodin, que lo influye en la forma de dedicar su vida a la creación artística. Expresará años más tarde: “Considero a este libro y a Rodin, mi padre espiritual”.
Quinquela comienza a frecuentar a los exponentes de la cultura boquense. El espacio de reunión es la peluquería de Nuncio Nuciforo -aficionado a la pintura-, en la calle Olavarría al 500. Son encuentros donde se discuten temas de pintura y arte en general. Son habitués del lugar Juan de Dios Filiberto, Santiago Stagnaro, Fortunato Lacámera, Camilo Mandelli, Vicente Vento, Arturo Maresca, Adolfo Montero, entre otros.
En el año 1910 Quinquela expone, por primera vez, junto a veinticinco artistas del barrio en la muestra organizada por la Sociedad Ligure. En 1912 viaja por motivos de salud a San Javier, provincia de Córdoba, permaneciendo en la casa de su tío paterno, por espacio de seis meses. Allí conoce a Walter de Navazio con quien pinta al aire libre. De regreso instala su primer pequeño taller en lo alto de la carbonería de sus padres, ahora ubicada en la calle Magallanes 885/89.
Comienza a enviar sus obras al Salón Nacional, junto con otros artistas de su círculo más cercano, pero sin mucho éxito, ya que sus obras no son admitidas. En 1914 organiza junto a otros colegas rechazados del salón, la “Primera Exposición de Obras Recusadas en el Salón Nacional”, que se realiza en el Salón de la Cooperativa Artística. Con él, están presentes José Arato, Santiago Palazzo, Agustín Riganelli y Abraham Vigo, entre otros. Continuará, a pesar de todo, pintando sus temas poco académicos, que responden a su personalidad.
“La pintura tenía la virtud de ser mía, y con eso me daba por conforme. En el arte, lo primero que hay que buscar es la personalidad y luego, lo que el artista sea capaz de conseguir al desarrollarla”.
El reconocimiento
La popular revista Fray Mocho publica el 11 de abril de 1916, el primer artículo sobre Quinquela titulado “El carbonero – Un pintor extraordinario”, firmado por Ernesto E. Márchese, donde hace referencia a la rapidez de las ejecuciones, la abundancia del material empleado, que además del pincel usa la espátula, y sus cuadros tienen como tema predominante el puerto. Como consecuencia de la repercusión de esta nota, logra vender unos meses más tarde sus primeras dos obras como pintor, al orfebre y coleccionista Dámaso Arce, de Olavarría, Provincia de Buenos Aires, con cuya colección éste creará un museo privado, que años más tarde -en 1961-, pasará a la órbita municipal, llamándose Museo Municipal de Artes Plásticas “Dámaso Arce”.
Una tarde de julio de 1917, pintando en la Ribera en compañía del artista Facio Hebequer conoce, a través de éste, al prestigioso artista Pío Collivadino, a la sazón director de la Academia Nacional de Bellas Artes, quien queda fuertemente impresionado por la forma tan personal con la cual Quinquela expresa sus escenas portuarias. Como consecuencia de este encuentro providencial, poco más tarde, Eduardo Taladrid -secretario de la Academia-, le brinda su ayuda convirtiéndose en su amigo y manager ad honorem.
Taladrid le organiza a Quinquela una exposición en la galería más prestigiosa del momento: Witcomb. La misma se lleva a cabo en noviembre de 1918. Siguiendo el consejo de su manager, pinta obras de gran tamaño para ser expuestas en la que será su primera muestra individual. La misma cuenta con cuarenta y ocho obras; el primer día se agotan todos los catálogos y el primer cuadro -de un total de ocho vendidos- lo compra Pío Collivadino. Ese mismo año de 1918 es admitido por primera vez en el Salón Nacional donde expone su obra Rincón del Riachuelo, y participa en el Primer Salón de Artistas Independientes.
En 1919 realiza con gran suceso su segunda muestra individual en el glamoroso Salón del Jockey Club, ubicado en Florida 537, Buenos Aires. Cambia su apellido Chinchella, con el que firma sus obras, a Quinquela, legalizando su nombre completo como Benito Quinquela Martín.
En enero de 1920, Quinquela viaja junto a Eduardo Taladrid a exponer en la sucursal de la Galería Witcomb en Mar del Plata, en ese entonces el centro veraniego más elegante del país. Expone veinte obras. La galería se encuentra estratégicamente ubicada en la aristocrática Rambla Bristol.
El éxito y la fama golpean su puerta…