Agosto 2018
Columnas de opinión del Procurador General
La obscenidad de la corrupción
La investigación judicial que se viene llevando adelante a partir de las detalladas anotaciones en ocho cuadernos de un chofer de funcionarios públicos del anterior gobierno ha desatado un vendaval de confesiones y arrepentimientos que ponen al desnudo un alto grado de corrupción.
Sabemos que se trata de un flagelo que desde hace mucho tiempo ha predominado en nuestra vida pública, y que lamentablemente muchas veces se ha terminado convalidando casi como un fenómeno natural. La resignada aceptación que implica el “roban pero hacen” evidenciaba hasta fines del 2015 una dolorosa realidad de la que parecía no podíamos sustraernos. Pero felizmente esta situación se ha modificado a partir de la clara orientación que baja desde las más altas esferas del poder del nuevo Gobierno Nacional.
Más allá de los aciertos y errores de esta nueva Administración, resulta claro que hay una marcada vocación de transparencia y honestidad en el manejo de los dineros públicos, y ello significa un saludable aire fresco en nuestra política.
La contratación de la obra pública constituye tal vez el más paradigmático ejemplo para advertir estas diferencias. Por lo que surge de las investigaciones de los cuadernos, el pago de coimas constituía el mecanismo habitual y ello se producía de un modo casi impúdico y obsceno con dinero en efectivo que circulaba en bolsos que desde las empresas adjudicatarias terminaban en los más altos despachos oficiales. Las licitaciones parecían más pantallas formales que encubrían repartos acordados de las obras entre las empresas y sobreprecios injustificados que todos los argentinos terminamos pagando para beneficiar a unos pocos inescrupulosos en detrimento del interés público.
Por el contrario desde la asunción del nuevo Gobierno Nacional, la obra pública se realiza a través de licitaciones verdaderas con transparencia y con una dismi nución considerable del precio que el Estado paga en comparación con años anteriores.
Los hechos y los números están a la vista y negar esta realidad solo puede ser producto del fanatismo político o del escepticismo que todavía campea en algún sector de la sociedad que sigue creyendo que todos somos lo mismo.
La causa judicial de los cuadernos debe constituir un antes y un después en nuestra vida institucional, porque la fuerza de los hechos que luce por demás palmaria y evidente y porque en este caso además son los propios empresarios y ex funcionarios quienes están reconociendo esta vergonzosa realidad. Se trata de nuestro propio Lava Jato. Su resultado final debe ser la bisagra que definitivamente contribuya a purificar el aire del vicioso y endémico flagelo de la corrupción.