Recordemos que la Escuela Moderna, la que se caracteriza por la universalidad, la simultaneidad y la gradación, fue posible gracias, entre otros dispositivos, a la alianza que sellaron la escuela y las familias. Este dispositivo de alianza se asienta en la delegación de funciones que los padres realizan a favor de la escuela, reconociéndola como un órgano especializado para reunir a los niños e impartirles determinadas enseñanzas.
El alcance de esta delegación se pone en discusión cuando se trata de contenidos con alta carga valorativa. Es decir, aquellos con alguna significación moral, donde entran en juego nociones relativas a la legitimidad, corrección y pertinencia de las conductas realizadas y las argumentaciones racionales que las justifican.
La hipótesis que sustenta la necesidad de trabajar con las familias, como veíamos antes, es la que admite la posibilidad de contradicciones entre las normas de la movilidad (transformadas en contenidos escolares) y las prácticas y discursos familiares. Estas contradicciones, en caso de que existan, deben elaborarse a partir de puntos de encuentro, de espacios que permitan la escucha, el diálogo, la discusión y la transparencia de los argumentos. Ello no significa una "bajada de línea", ni la imposición autoritaria de determinados valores, pero sí la necesidad de generar espacios de compromiso entre adultos para mejorar los aprendizajes de las niñas y niños.
Es importante crear espacios de encuentro, de intercambio, de información, en los que se pongan en juego las percepciones de los niños, las prácticas familiares, las normas de cuidado y seguridad, el cuidado del ambiente, y sea posible establecer compromisos claros y concretos que favorezcan la coherencia y el agrupamiento en torno a un núcleo de coincidencias sobre el valor de la vida, la salud y el ambiente.