El cuarto de las damas
Esta sala exhibe una importante selección de la colección de abanicos del Museo Fernández Blanco que hoy reúne más de cuatrocientas piezas. De seda, de marfil, de madera, de carey o de nácar, orientales o europeos, hasta los más comunes, los abanicos fueron un arma de seducción, un código secreto, un accesorio delicado pero también un escudo protector.
El cuarto de las damas
Para ellas, el amor era algo inducido por ciertas acciones calculadas, y se lo atesoraba en salones de baile, en perfumadas terrazas internas, en miradas, movimientos del abanico, acentos perplejamente insinuantes.
Virginia Woolf, Phyllis y Rosamond, 1906.
En todas las culturas hubo ámbitos reservados para la mujer y, en el concepto mismo, quedaba implícita la decisión patriarcal de abrogarse el dominio del espacio público y destinar a las mujeres el espacio cerrado.
Como monjas reclusas en el convento y bajo la tutela del obispo, guardaban voz y voto, operaban comercialmente y accedían a cargos y responsabilidades dentro de la comunidad.
Como esposa su ámbito de acción era la casa pero la última palabra era siempre del marido. La reina Victoria instituyó un marco modélico de núcleo familiar como reflejo del suyo y profundizó las diferencias entre lo masculino y lo femenino.
En la casa burguesa, el hombre desarrollaba su rol activo de administrador desde el escritorio.
El cuarto de blancos y la cocina eran imperio de las mujeres.
La familia recibía en la sala y compartía el comedor pero, al término de la cena, ellos partían al salón fumador para no molestar a las señoras con el humo ni con charlas indebidas y ellas se reunían en un salón más íntimo con toques decididamente femeninos.
A veces, se trataba de un saloncito chino, otras como en esta casa, un cuarto dedicado al atributo más caro a toda mujer: el abanico. De seda, de marfil, de madera, de carey o de nácar, orientales o europeos, hasta los más comunes, los abanicos fueron un arma de seducción, un código secreto, un accesorio delicado pero también un escudo protector.