Sala I
China Dolls, muñecas de porcelana
A lo largo del siglo XIX la evolución técnica de las muñecas estuvo signada por la experimentación y los vertiginosos adelantos industriales. Sin embargo, su producción nunca perdió el carácter artesanal. Los talladores de madera creaban muñecas sencillas o articuladas, con rasgos, pelo o ropa, pintadas a mano o para vestir, pero se trataba de objetos únicos, realizados en talleres familiares.
Conjunto de China y Parian dolls. Alemania, hacia 1870 – 1920. Foto: Mariana Cullen y Diego Emanuel González (MIFB)
En Alemania, Francia y los Estados Unidos, la pasta endurecida, surgida de la mezcla de papel, resina, cola, harina o tiza, y conocida como papier mache, a diferencia de la madera, permitía la utilización de moldes y, con ellos, la producción en serie. Siempre en la búsqueda de mayor similitud con la realidad, en la segunda mitad del siglo, Augusta Dalton y su esposo, el escultor Napoleón Montanari, lanzaron a la venta en Inglaterra muñecas de cera vertidas en moldes, con pestañas, cejas y pelos implantados con una aguja caliente. Los ojos eran de cristal y su boca era pintada. El gran cambio fue, sin duda, introducido por los alemanes al utilizar porcelana esmaltada para hacer cabezas, antebrazos, y piernas de muñecas en doce tamaños distintos. Hasta 1870 esas cabezas fueron moldeadas en mitades y pegadas en seco y luego moldeadas por drenado, en una sola pieza, dejando que el resto del cuerpo lo cosieran y rellenaran las niñas en su casa. Al ser la porcelana originaria de China, éste fue el nombre con el que se popularizó a las muñecas de esmaltado brillante y elaborados peinados de cabellos negros, que inundaron el mercado y permanecieron por muchas décadas. Pronto, otras variedades de muñecas de porcelana surgieron en torno a 1860, la conocida como Parian, muy parecida a la china, también alemana, de porcelana sin esmaltar y cabellos rubios, y las Biscuit o Bisque francesas, de gran y perdurable éxito debido a su textura mate y delicadeza de rasgos.