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“…volvieron entrambos a un
mesmo punto las riendas a sus caballos, y, como era más ligero el
de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la
carrera...” |
Don Quijote encomendándose al cielo de todo corazón
y a su Dulcinea, como tenía de costumbre al comenzar de las batallas
que se le ofrecían, tornó a tomar otro poco más del campo,
porque vio que su contrario hacía lo mesmo, y, sin tocar trompeta ni
otro instrumento bélico que les diese señal de arremeter, volvieron
entrambos a un mesmo punto las riendas a sus caballos, y, como era más
ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados
de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin
tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito),
que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída.
Fue luego sobre él, y, poniéndole la lanza sobre la visera, le
dijo:
—Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones
de nuestro desafío.