CAPÍTULO XLV
De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula,
y del modo que comenzó a gobernar
[...] con todo su acompañamiento llegó Sancho a un lugar de hasta mil vecinos, que era de los mejores que el duque tenía; diéronle a entender que se llamaba la ínsula Barataria, o ya porque el lugar se llamaba Baratario, o ya por el barato con que se le había dado el gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada, salió el regimiento del pueblo a recebirle; tocaron las campanas y todos los vecinos dieron muestras de general alegría, y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego, con algunas ridículas ceremonias, le entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador de la ínsula Barataria.
El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran muchos. Finalmente, en sacándole de la iglesia, le llevaron a la silla del juzgado y le sentaron en ella [...].
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“A este instante entraron en el juzgado [...] dos hombres ancianos, el uno traía una cañaheja por báculo …” |
A este instante entraron en el juzgado [...] dos hombres ancianos, el uno traía una cañaheja por báculo , y el sin báculo dijo:
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