Viajemos: Te regalamos una postal de la mágica Estambul
Lilián 65 años, viajera y cocinera, te invita a viajar a través de su relato
Viajar a Turquía… conocer Estambul, perderme por sus calles, reencontrarme en una ciudad bendecida por el paso del tiempo. Ese era mi sueño. Y quizás el de muchos que anhelan en esta etapa de la vida sumergirse en otras culturas, lejanas y exóticas. Fue pisar ese suelo y sentirme anclada a él. Fue necesario volver muchas veces y aún lo es, tal es la fascinación que atrapa y envuelve.
El Estrecho del Bósforo, que conecta el Mar de Mármara con el Mar Negro, separa y une Asia de Europa. Antigua capital de los imperios romano, bizantino y otomano, su riqueza cultural, arquitectónica y artística es un imán para cualquier viajero.
Es una ciudad muy segura, contrariamente a lo que se pueda pensar. Se puede caminar de noche, sin preocuparse de mirar para todos lados. Nadie los va a molestar, a lo sumo algún piropo porque los turcos son muy piropeadores. La red de metro, buses y hasta un funicular la comunican rápidamente con cualquier sitio.
A las orillas del Bósforo se encuentra el punto más bajo de la ciudad. Mientras te adentras en ella, empieza a empinarse de una manera inusual. A veces casi hay que “escalarla” para llegar, por ejemplo, a la Torre Galata o al Gran Bazaar. Por eso contar con el funicular para trasladarse ¡no es para nada exagerado! Aunque lo mejor es caminarla y descubrir esas delicias visuales que solo así se encuentran.
En cuanto al trazado, las calles de Estambul se asemejan a un laberinto del Siglo XVII, ¡olvídense de las cuadrículas! Corren como ramas de un árbol. Un caos vehicular y peatonal donde la cantidad de gente que camina por la calle es sencillamente asombrosa. Pero un caos hermoso donde se “palpita” la ciudad y nos asombramos con las costumbres mientras recorremos sin rumbo.
El Gran Bazaar, lugar emblemático junto a Hagia Sofía y la Mezquita Azul es una pequeña ciudad dentro de la “gran ciudad”.
Alfombras, joyas, relojes, lámparas de mil colores, narguiles (pipas de agua o shisha), tapetes, banquetas, perfumes, aceites. ¡Fiesta para los sentidos!
Regla de oro: hay que regatear. Si no, se ofenden, porque piensan que no son buenos vendedores. No se imaginan lo divertido que es. Entrar aquí es un viaje en el tiempo, es sentirse en otra época, en otro mundo. Calles sin fin donde es imposible armar un mapa mental para recorrerlo. Un giro a la izquierda, otro a la derecha, y después de dos minutos ya no tenés idea por dónde entraste.
Un viaje inolvidable y no sólo Estambul. Toda Turquía es sorprendente y única; monumentos, palacios, bazares, mezquitas, mercados, oro, plata, especias, frutas, aromas y sedas. Quedarán deslumbrados, como en ningún otro destino al que puedan viajar. Se los aseguro.
Lilián 65 años, viajera y cocinera