Los trabajos y los días (en redes sociales)

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Silvi (@abuelacanchera.ok) es una instagramer que se animó a romper con los estereotipos de “lo que debe ser y hacer una abuela” y se lanzó al mundo de las redes sociales mostrando sus looks y paseando por la ciudad. Hoy su cuenta tiene casi 25 mil seguidores y es la cara de algunas de las marcas más reconocidas del país. En esta nota nos cuenta cómo nació su cuenta, cómo es trabajar en redes sociales y de qué manera maneja los límites entre el mundo virtual y el presencial.

La Abuela Canchera es una parte de mi vida, pero lejos está de serlo toda. Comenzó como un hobby. Yo tenía una cuenta privada de Instagram que manejaban mis hijas porque no sabía ni cómo usarla. Siempre me gustó la ropa y vestirme bien y, como trabajaba en educación, ya varias veces las madres del colegio me habían propuesto que me armara un blog para mostrar mis looks. Hace dos años y medio, un día de la madre, pensé: “se lo voy a comentar a mis hijas y a mis yernos”. Yo esperaba que me bajaran automáticamente la idea pero ¡todo lo contrario! Les encantó y ahí mismo me pusieron el nombre de abuela canchera. En ese momento tenía una sola nieta, ahora tengo cuatro. Justo en la pandemia explotó Instagram, nos empezó a seguir cada vez más gente y más marcas para mostrar sus productos.

El día a día del trabajo en redes sociales

Por el momento me encanta trabajar en las redes. No comenzó como un trabajo pero cuando empezaron a llamarme las marcas me dí cuenta de que cada producción conllevaba mucha responsabilidad. Hay que presentar cada producto según los criterios de la firma, lo cual hago sin por ello dejar de poner mi sello personal: transmitir una actitud positiva hacia los demás. Si bien es un trabajo absorbente puedo ir manejando los límites. Por suerte mis nietos y mis hijas me absorben mucho tiempo y disfrutar de ellos me hace feliz. Reparto el día entre nietos, hijas, amigos e Instagram.

No tengo community manager, nadie que maneje mis redes. Mis hijas me ayudan a sacarme fotos pero lo demás lo manejo todo yo. Hablo con las marcas, redacto los textos, contesto todos los mensajes elijo y edito las fotos. Aunque es demandante me encanta lo que hago y cada día me gusta más. Vivo el presente así que, por el momento, elijo seguir adelante con este proyecto y espero que sea por mucho tiempo.

“El mundo virtual es muy distinto al real porque tiene un recorte más explícito. Si bien la presencialidad no se puede editar, tampoco edito tanto mi vida en Instagram”.

Lo que se muestra en redes sociales siempre es una parte de la vida de una persona. Instagram nos permite decidir qué aspectos publicar y cuáles no. Hay personas que deciden mostrar más y otras menos. Yo, respecto a eso, tengo mis criterios. A nivel físico muestro todo, no tengo ningún problema. Ya a esta altura de la vida y con mis 59 años la verdad que no tengo problema en exponerme. Pero, por otro lado, hago un recorte de lo que es mi vida privada. No expongo la intimidad propia ni la de mis nietos. Si los muestro en algunas stories lo hago de espaldas o de perfil. El Instagram es para mostrar looks, lugares de interés para hacer turismo en la ciudad y colaborar con las marcas que se adecuan a mis principios. No la intimidad familiar.

La mirada del afuera y el mensaje personal

Otra cuestión a la orden del día para los que trabajamos en las redes y nos exponemos públicamente son las críticas. Me llegan muchísimos comentarios por día y por suerte el 98% son excelentes. Si hay alguna crítica negativa (que son pocas y realmente creo que no son críticas sino celos y envidia) la dejó pasar. Está bien, no a todo el mundo le tiene que gustar lo que hacemos los demás.

Ya que la cuenta de instagram es un recorte, a mi me interesa transmitir a mis pares este recorte: que tengan una buena actitud, que se quieran, que es importante ser una misma y que siempre se puede mejorar. Yo creo que si se transmite buena energía, el otro la puede tomar y está bueno; a la gente le gusta.

Cuando no estoy teniendo el mejor día, que nos pasa a todos, no publico nada. Me permito esa pausa porque creo que fingir frente a una cámara no conlleva nada bueno. Por supuesto que tengo herramientas para lidiar con esos momentos, pero los transito con tranquilidad, sin sentirme acorralada por la necesidad de estar generando contenido.

Por suerte soy una mujer segura, plena con todo lo que hice en mi vida. El tiempo pasa para todos y el año que viene cumplo 60. Me gusta cómo soy físicamente y, virtualmente, me parece que también. Eso es lo que transmito a otras mujeres: el gusto por amarse a una misma para poder estar bien con los otros.