Retrato de Don Pedro Antonio Fernández, X Conde de Lemos, Virrey del Perú

Ubicación Patio central

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En el caso de Hispanoamérica fue costumbre que durante los años virreinales, las casas de gobierno mostraran en sus muros los retratos de su máxima autoridad civil. El personaje de esta obra, Pedro Antonio Fernández de Castro Andrade y Portugal nació en Monforte de Lemos (España) en 1632 y gobernó el Virreinato del Perú durante cinco años hasta su muerte, ocurrida en 1672.

Al igual que el resto de los virreyes, simbolizaba la persona del rey fuera de su reino y era el mandatario máximo de la administración pública dentro del Virreinato. Representaba la encarnación suprema del Estado español y tenía el poder de hacer y ordenar todo lo que el monarca hubiese hecho u ordenado en el Perú.

Como una encarnación de lo ausente, a través de estas imágenes y teniendo en cuenta la distancia entre ciudades, un virrey hacía pública su dignidad y daba cuenta del dominio alcanzado por su persona.

Escuela Limeña
Retrato de Don Pedro Antonio Fernández, X Conde de Lemos, Virrey del Perú
Lima, c. 1670
Óleo sobre tela, 221 x 160 cm

Aquí el Conde aparece montado sobre un caballo blanco en posición de corveta portando un estandarte con la imagen de Santa Rosa de Lima. El traje del virrey está elaborado con gran cantidad de encajes, lleva una ropilla de amplias mangas del tipo Spaniel con aberturas que dejan entrever otras mangas.

Este tipo de prenda de influencia francesa estuvo de moda en España con ligeras variaciones a mediados del siglo XVII. En esta obra es evidente que la referencia iconográfica se corresponde con las fiestas que se realizaron durante la beatificación o canonización de la primera santa de América.



En 1666 Pedro Fernández de Castro fue nombrado Virrey, Gobernador y Capitán General del Perú y al año siguiente partió hacia América junto a su familia. La entrada oficial a la ciudad de Lima fue el 21 de noviembre de 1667. Su llegada a la capital del Virreinato fue una de las más brillantes y muy pocas veces superada por los virreyes que le sucedieron. El gobierno del Conde de Lemos se caracterizó por la gran cantidad de fundaciones y fiestas religiosas. Dispuso la construcción de gran cantidad de iglesias y estableció la práctica de que todos se arrodillasen en las calles cuando la campana de la Catedral anunciaba que se alzaba el Santísimo en la misa mayor. Sus oraciones y rosarios eran habituales; comulgaba diariamente; visitaba a los enfermos en los hospitales, les servía la comida de rodillas y dejaba cuantiosas limosnas. En los primeros días de diciembre de 1672, cuando se preparaba a celebrar la canonización de Santa Rosa y la de San Francisco de Borja fue atacado por una grave enfermedad que finalmente le ocasionó la muerte cuando apenas contaba con treinta y ocho años de edad. El Conde había ordenado que no se interrumpiesen las celebraciones de la virgen Inmaculada por su fallecimiento, de manera que mientras su cadáver permanecía insepulto, las fiestas se efectuaron con el esplendor que siempre lo había caracterizado. Otros retratos del Conde de Lemos se hallan en el Palacio de Gobierno de Lima y en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.