Hipólito Ruiz López
Conocé más sobre él.
Nació en Belorado (Burgos, España) en agosto de 1754. A los catorce años fue enviado por sus padres a Madrid al cuidado de un tío suyo, Manuel López, farmacéutico. Estudió Botánica en el Real Jardín Botánico de Madrid, ubicado aún en la Huerta de Migas Calientes, donde fue discípulo de uno de los más prestigiosos botánicos de la época, don Casimiro Gómez Ortega, que también era farmacéutico, médico, poeta, traductor de tratados de Botánica, así como médico de cámara y boticario mayor del rey Carlos III.
Por aquellos años, la corte española vivía intensamente el sueño ilustrado y Carlos III no ahorraba esfuerzos ni gastos en el empeño de acrecentar el peso científico de España en Europa. Para ello encomendó la organización a Gómez Ortega de tres importantísimas expediciones científicas: la de Hipólito Ruiz y José Pavón a Chile y Perú (1777-1788), la de Juan Cuéllar a Filipinas (1786-1801) y la de Martín Sessé y Vicente Cervantes a Nueva España (1787-1803). El objetivo era estudiar la flora de esos lugares y seleccionar especies que se aclimataran en España y rindieran beneficios farmacológicos, nutricionales u ornamentales.
Así en 1777, Carlos III nombró la comisión que viajaría a América meridional, que quedó constituida por Hipólito Ruiz como primer botánico, José Pavón como segundo botánico, el médico de origen francés Joseph Dombey y los dibujantes José Brunete e Isidoro Gálvez. Iniciaron su expedición en abril de 1778: la primera salida de la expedición fue a Tarma y la segunda recorrió los Obispados de Santiago y Valparaíso. En la primavera de 1779, los expedicionarios se adentraron en la cordillera de los Andes y se encontraron con un paraíso botánico de especies desconocidas, muchas de las cuales demostraron tener efectos medicinales útiles para combatir numerosas enfermedades padecidas en Europa.
En 1780 Dombey, que no cesaba de enfrentarse a Ruiz alterando la convivencia y deteriorando el clima de trabajo, se quedó en Lima, mientras que el resto de la expedición viajó a Huánaco, en la Amazonia. Llevaban orden de centrar sus investigaciones en el árbol de la quina y en sus posibles aplicaciones medicinales, pero no pudieron dejar de estudiar otras muchas especies de gran interés como la coca o el caucho, en las que la zona era pródiga. Allí coincidieron con el levantamiento inca protagonizado por José Gabriel Condorcanqui Noguera, marqués de Oropesa, posteriormente conocido como Túpac Amaru II. El conflicto puso en peligro sus vidas y retrasó los trabajos varios meses. Volvieron a Lima por El Callao a finales de 1783.
Durante diez años recorrió Perú y Chile, recogiendo una enorme cantidad de material, principalmente de carácter botánico. Las dificultades para remitirlo a la metrópoli eran grandes, y dos desgracias (el naufragio del navío San Pedro Alcántara y un incendio en la localidad de Macora), obligaron a rehacer buena parte de las colecciones, tarea que quedó facilitada por el minucioso diario que llevó Ruiz como director de la expedición, desde su salida de Madrid hasta su regreso. El resultado final de la expedición la sitúa entre las más importantes del siglo XVIII desde el punto de vista científico.
En enero de 1787 regresaron al virreinato peruano y volvieron a España en 1788. La primera publicación con material procedente de la expedición a la América meridional fue una Quinología o tratado del árbol de la quina (1792), que Ruiz dedicó al conde de Floridablanca. En ella describió siete especies de quinas y recomendó que se realizaran plantaciones de estos árboles. La Quinología, que fue traducida al italiano, alemán e inglés, motivó una polémica entre Ruiz y los botánicos de Nueva Granada, encabezados por José Celestino Mutis, que criticó las distinciones de Ruiz entre quinas del Perú y de Nueva Granada, crítica a la que más tarde replicaron Ruiz y Pavón en un Suplemento de la Quinología (1801).
En 1794 apareció Florae peruvianae et chilensis Prodromus, cuyo principal propósito era presentar 136 géneros nuevos y establecer la prioridad de las descripciones de primera mano de sus autores frente a las publicaciones por Cavanilles de algunos de ellos, sobre la base de ejemplares desecados o datos de segunda mano. Una versión ampliada del Prodromus se editó en Roma en 1797.
Entre los materiales recogidos se destacan cerca de 3.000 ejemplares desecados de especies vegetales, un elevado número de plantas vivas y unos 2.500 dibujos botánicos a tamaño natural e iluminados. Debidamente ordenadas, las colecciones llegaron a Cádiz, a bordo de los buques Jasón y Dragón, a finales de 1788, y fueron después depositadas en Madrid en el Jardín Botánico y en el Gabinete de Historia Natural. Para la botánica descriptiva significaron a la larga la incorporación de 141 géneros nuevos y de más de medio millar de especies hasta entonces desconocidas.
La gran obra destinada a exponer en detalle los hallazgos botánicos de la expedición fue la Flora peruviana et chilensis, de la que Ruiz y Pavón publicaron los cuatro primeros tomos desde 1798 a 1802, con detalladas descripciones de las especies acompañadas de más de 300 láminas iluminadas. Del tomo V llegaron a editarse las láminas, pero después la obra quedó interrumpida. Estaba planificada en ocho volúmenes, aunque los materiales que se conservan en el Jardín Botánico de Madrid comprenderían unos doce. Paralelamente a esta amplia exposición descriptiva, Ruiz y Pavón emprendieron la redacción de un estudio sistemático del mismo material, bajo el título de Systema vegetabilium Florae peruvianae et chilensis, del cual solamente apareció el primer volumen (1798); como botánicos teóricos eran seguidores ortodoxos del sistema de Linneo, que defendieron contra todas las innovaciones, en especial la reducción del número de clases. En sus palabras:
…Acopiámos, describimos y dibujamos varias plantas nuevas y otras ya conocidas de los naturalistas, pero observadas y descritas como de paso y por otros métodos menos exactos que el de Linneo; que es el que habíamos adoptado, como el más bien recibido en toda Europa…
Ruiz publicó además, bien como folletos o en las Memorias de la Academia Médica de Madrid, una serie de disertaciones sobre diferentes especies botánicas, entre ellas las “ratanias” (Krameria lappacea), el alga Fucus, el helecho Polypodium (calaguala); la raíz de purhampuy o china peruana (Smilax purhampuy) destacada por sus efectos sudoríficos, y sobre el bejuco de la estrella (Aristolochia fragrantissima, cuya raíz se empleaba de manera medicinal). En sus obras ya se advierte el importante cambio que va a iniciar la materia médica para convertirse en farmacología experimental: el del análisis químico de las plantas y el consiguiente aislamiento de los principios activos.
Terminó sus estudios de farmacia y obtuvo el título profesional en 1790. Cuatro años más tarde fue nombrado miembro de la Real Academia Médica de Madrid, institución a la que presentó numerosos trabajos de tema botánico, varios de los cuales fueron publicados en sus Memorias. Durante la ocupación napoleónica permaneció en Madrid, aunque sin colaborar abiertamente con el gobierno de José Bonaparte. Al terminar la contienda, ya con el reinado de Fernando VII, se le encargaron diversas comisiones y fue el encargado de formar una Farmacopea que sustituyese a la de la Junta Superior de Farmacia; asimismo, fue designado por el Protomedicato visitador de las farmacias de Madrid.
Murió en Madrid en 1816. Se le rinde homenaje en el género Ruizia. También da nombre a una publicación no periódica del Real Jardín Botánico dedicada a dar a conocer obras monográficas extensas.