El valor de lo cercano

Coordinadores de algunos de los 36 centros culturales del Programa Cultural en Barrios repasan los comienzos y el presente de esta iniciativa. Identidades, estrategias de acercamiento vecinal, nuevas necesidades en contextos cambiantes y, muy especialmente, el lugar que ocupan las personas mayores, son los ejes que recorren en este diálogo con Cultura en Grande. Nuevas maneras de dar y recibir desde la virtualidad.

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Primeros pasos

La esencia de los centros culturales es ser territoriales. Por eso cada espacio comenzó a su manera, acomodándose de forma desestructurada a estas naturalezas tan distintas. En el caso de la Paternal, arrancó en mi casa. Era una casa taller llena de gente.

Egle Almada. Centro Cultural La Paternal, Villa Mitre.


Cuando comenzamos en Lugano, el formato de “casa” generaba una pertenencia muy especial al CEPNA. Estaba la cocina, la mesa, la heladera. Costó mucho el cambio de espacio porque ese espíritu familiar era añorado.

María Cristina Méndez. Centro Cultural CEPNA, Villa Lugano.


El Centro Cultural Discepolín y el Spilimbergo tienen una historia relacionada. El Discepolín nació como anexo del Spilimbergo (uno de los primeros 5 centros culturales del PCB) por la necesidad del barrio Mitre. Su misión primordial era contener a los chicos que se juntaban en la placita. Al estar cerca de la General Paz siempre hubo intercambio con provincia. De a poco, fueron cayendo los prejuicios de los vecinos de Saavedra con respecto al barrio Mitre.

Walter Macri. Centro Cultural Lino Enea Spilimbergo, Saavedra.


Colegiales siempre fue un barrio de gente mayor. Hay muchas fachadas con relieves, esculturas y galerías de arte. La historia de este barrio está unida a la de Chacarita, aunque algo de eso se perdió al quedar Colegiales conectado con Belgrano y con Núñez dentro de la comuna 13.

Silvia Graciela Corfano. Centro Cultural Colegiales.


Yo era director del Grupo de Teatro Comunitario Res o no Res. Cuando me convocan para coordinar el centro cultural, mi primera acción fue investigar qué pensaba el barrio de Mataderos. Una encuesta sobre qué había, qué no había y qué deseaban que hubiera en el centro cultural. Nos dio mucha información sobre cómo avanzar.

Enrique Papatino. Centro Cultural Macedonio Fernández, Mataderos.


>“El centro cultural es el lugar donde el ciudadanoad quiere nombre y apellido: se pasa del anonimato a un espacio donde cada uno aporta sus saberes”, Egle Almada.

Identidades Barriales

En San Telmo desde hace años se trabaja el tema de la cultura negra, sobre todo desde el candombe y la comparsa (y, por favor, no confundir con la murga, porque la cultura de este barrio es candombera). Además, siempre tuvimos mucha gente del sur, de Quilmes, Berazategui, que sale de su trabajo y viene al centro. Esto aporta diversidad.

Liliana Rostagno. Centro Cultural Fortunato Lacámera, San Telmo.


**Walter--: El centro es mucho más que “la fábrica de cosas para que haga la gente”. Es un lugar de socialización, especialmente para las personas mayores, que lo transforman en el “patio de su casa”, y esa proximidad afectiva se contagia. Nosotros tuvimos desde el inicio a uno de los profesores más antiguos del programa: Miguel Colella, del taller de Canto Comunitario. Este espacio y el taller de folclore transformaron al centro cultural en un lugar de pertenencia.

Enrique: Mataderos también es un lugar limítrofe entre la ciudad y la provincia, por lo que recibe afluencia de vecinos del conurbano. La identidad barrial es fortísima. Somos la “República de Mataderos” con una historia contundente, que vincula al barrio con la Feria, y la cuna de Memphis y de La Renga.

Silvia: El centro cultural funciona en una escuela muy chiquita, que tiene siete aulas, una planta alta y un patio abierto. Las muestras de fin de año sucedían en otros lugares y era difícil fortalecer la identidad. Cuando conseguimos un escenario para ponerlo en el patio se generó mayor cohesión. Y también se logró que el edificio dejara de verse como una escuela y pudiera apreciarse como un espacio cultural. Las y los alumnos podían encontrarse, lo que fue un puntapié enorme para hacerlo crecer.

Egle: En La Paternal la cultura subyace. Los jóvenes emigraban del barrio hacia el centro, o vivían en el barrio pero consumían cultura en otros lados porque no había “usinas productoras”. Nuestra estrategia fue habilitar propuestas en el territorio, y regresamos al corazón del barrio: el tambor y el tango. Volvió la murga, el corso de la Av. San Martín. Los viejos y los nuevos murgueros. Nosotros encendíamos la chispa y luego la gente abrazaba lo que creía que valía la pena. En este momento estamos en otra etapa, no de tanta ebullición sino de vibrar más alto, más sutil y menos caos.

Liliana: En San Telmo siempre hubo muy buen tango y folclore. Por eso arrancamos con las “llamadas”: una movida enorme que comenzaba en marzo con las comparsas. Los talleres de teatro fueron otro gran recurso. La gente venía tomando talleres de folclore y, de pronto, eran actores.

Enrique: El centro cultural es una vía de expresión y un puente hacia el arte, sin tener que “ir hasta el centro”. Brindamos propuestas más familiares para el vecino pero también otros lenguajes, como el cine. La recuperación del Cine del Plata, que se había transformado en una empresa de electrodomésticos, fue una excusa para generar un espacio de participación y una nueva mirada. El cine dejó de ser una palabra extraña y olvidada para ser algo cercano y presente.

Silvia: Una temática que hoy nos vincula es la cultura de los pueblos originarios. Comenzamos con el taller de Cultura Andina aprovechando el saber de personas mayores que vienen y dan charlas.

“La persona mayor tiene la necesidad de salir de su casa. Tiene tiempo y muchas veces está sola. Necesita socializar y el centro cultural le da esta posibilidad de cercanía.", Walter Macri

El lugar de la persona mayor en el centro cultural

Egle: La persona mayor tiene un rol clave en la sociedad. A veces se la ve como un “ser al que hay que darle contenido porque está vacío”. Desde el centro cultural buscamos desmitificar ese prejuicio. Por eso los vínculos intergeneracionales muestran que el ser va mucho más allá de la edad y del rol que la sociedad le intenta asignar. No ofrecemos talleres específicos para adultos mayores, descubrimos que en los talleres se generan vínculos casi familiares. Por ejemplo, una abuela en un taller es “la abuela de todos”.

Liliana: El adulto mayor necesita un oído de escucha, acompañamiento. Y a la vez brinda contención a los chicos, los hacen sentir en familia.

Walter: Se suman a propuestas que tal vez siempre quisieron hacer y ahora tienen el lugar, el tiempo y las ganas, en el barrio. Generan raíces e incluso se auto organizan para encontrarse fuera del taller. Son fieles y quienes hacen la mejor difusión a través del boca a boca.

Cristina: El apoyo del barrio al centro cultural es incondicional. Y son los adultos mayores los que realmente sostienen el espacio. Difunden las inscripciones, ponen la cultura en la mesa familiar, acercan a sus nietos.

Acompañar en pandemia

Enrique: Surgieron las plataformas de contenidos y nuevas maneras de comunicarse: el Zoom, el acceso al material vía Classroom, el Whatsapp. Fue difícil, pero ¿y si no estaba? Aún siendo dificultoso, pidieron ayuda y consiguieron insertarse en la virtualidad. Demostraron cómo, ante la necesidad de comunicarse, se pueden cruzar estos límites. Ahora late la necesidad de la presencia. Esa nueva transición será otro gran misterio. Tal vez, lo que se viene son formatos híbridos.

Liliana: Para algunos talleres es más complicado adaptarse porque necesitan de proximidad, como el folklore y el tango. Un caso muy positivo fue el taller de cosmovisión andina en el que la virtualidad jugó a favor, se sumaron personas de Colombia, Perú y del resto de Latinoamérica. Son 90 personas inscriptas. Otro caso significativo es el taller de historia del arte, al cual presencialmente asistían 40 personas y ahora tenemos más de 100. Seguir perteneciendo al taller, aún en forma virtual, es tener un grupo de referencia.

Cristina: Están en casa pero se sienten acompañados desde la compu y el celu. En Lugano es impresionante la cantidad de personas mayores haciendo guitarra y piano. También los talleres de memoria y de patrimonio. Toda gente de más de 70 años. Se ayudan entre ellas para sortear los desafíos de la virtualidad. Los grupos de Whatsapp y el Messenger han sido grandes aliados para que los docentes puedan acompañarlas. La virtualidad rompió fronteras barriales.

Walter: Internet trajo la posibilidad de seguir brindando actividades y que se inscribiera gente de muchos lados, pero no creo que sea ese el espíritu del Programa Cultural en Barrios. La gente que llega por la virtualidad es gente de paso, no hace al barrio. El PCB nació para ser parte del entramado en el territorio.