Abuelas narradoras: promotoras de sonrisas infantiles

La historia de Gracia Pugliese comenzó a escribirse hace 73 años en su Italia natal. Allí, la protagonista de este relato residió sólo su etapa de bebé: en 1950, su familia se mudó desde ese territorio de posguerra hacia la entonces pujante Argentina. Y aquí se ha quedado Gracia desarrollando su vida y obra, aderezada desde hace dos años por una nueva experiencia que la ha reconectado con la infancia.

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Gracia se inscribió en 2018 a Mayores Promotores, una iniciativa de la Secretaría de Integración Social para Personas Mayores, y asumió la “misión” de visitar semanalmente distintos Centros de Primera Infancia (CPI) de la ciudad para narrarles cuentos a niñas y niños que transitan la edad que ella tenía cuando atravesó el Atlántico.

Conoció, al inicio de su nuevo rol, otras seis voluntarias y conformaron rápidamente un grupo de trabajo literario y de amistad, bautizado por ellas como Abuelas Narradoras. “Además de la visita de los días miércoles a los CPI, nos encontrábamos dos o tres veces más en la semana para programar los cuentos y las actividades para los niños. No habíamos pensado que iba a resultar tan útil para ellos y tan gratificante para nosotras. Desde el momento en que nos recibían ya pedían nuestro regreso pronto: ‘Abu, ¿volvés mañana?’. Eso es un mimo enorme al alma, te da una energía especial. Además, ellos también nos hacen sus aportes con sus comentarios”.

Gracia Pugliese 73 años, voluntaria de Mayores Promotores

Por la pandemia, las Abuelas Narradoras interrumpieron sus visitas a los CPI, pero no abandonaron su misión. Ahora graban videos con el relato de sus cuentos. “Envío un video cada 15 días. Para grabarlos, realizo previamente una labor de ambientación: para el cuento de la regadera, utilizo una durante mi relato. Comprobamos que a los niños les gusta ver, además de escuchar. Cuando íbamos a los CPI, llevábamos cotillón con muchos colores y también música. Y los niños se enganchaban un montón. No se trata solo de contar un cuento, sino también de ambientarlo”, detalla Gracia.

Las Abuelas Narradoras también conservan su contacto cotidiano, pero a la distancia. “Yo no estaba muy canchera con la tecnología, pero fui mejorando de a poco. Quiero que el relato salga lo mejor posible. Me entusiasma mucho. Preparo durante dos días lo que voy a grabar en cada video. Pienso preguntas y consignas para compartir. Decoro el ambiente, estudio el cuento, reescribo algunas partes y anoto otras propuestas. Todo eso es muy gratificante para mí en este contexto”.