Economía para la independencia: Si no es ahora, ¿cuándo? El “cuidatoriado” y la revolución de la longevidad positiva.

La ocupación y la solicitud, o cuidado, son parte de la existencia y ambas se conectan con la idea de proyecto, tiempo y trato con el mundo. El cuidado de sí, del otro y de las cosas es una ocupación humana esencial. El cuidado y el trabajo son dos maneras fundamentales de estar en el mundo.

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Recientemente estos dos ejes que ordenan nuestra existencia han sido desafiados de manera brutal. Los acontecimientos mundiales de la revolución de la longevidad y la pandemia de Covid19 han puesto bajo la lupa colectiva la necesidad de revisar nuestras formas de organización social.

En primer lugar, debemos gestionar la longevidad. Se prevé que el número de personas de edad en todo el mundo se duplique con creces y alcance más de 1.500 millones de personas en 2050. Los cambios demográficos, que aumentaron la esperanza de vida en 30-40 años, indican que cada vez más personas tenemos altas probabilidades de vivir muchos años con buena salud.
Sin embargo, y paradójicamente, nuestra sociedad reduce los espacios laborales y de participación para las personas mayores, especialmente para las mujeres, y no considera a los seniors como parte de las oportunidades que brinda la economía plateada en el mundo.

“Una sociedad que no le brinda a los viejos la seguridad económica es una sociedad que denigra a los mayores. Sin recursos no hay libertad, sino que nos colocan en una situación de dependencia”, Silvia Schneider, Laboratorio de Ideas.

Entramos en la era de la gestión de la longevidad, un nuevo desafío -bien concreto y urgente- que incluye desarrollar una perspectiva positiva del envejecimiento, parar el edadismo (discriminación por edad) y pensar qué entendemos por labor, trabajo y acción para abrir caminos de participación genuina e integral. Es indispensable adoptar políticas para ampliar las posibilidades de empleo, como nuevas modalidades de trabajo basadas en la jubilación flexible, entornos laborables adaptables, desarrollo del talento senior y del emprendedurismo colectivo.

Por otra parte, la situación inusual de la pandemia mostró que necesitamos una nueva manera de entender y gestionar el cuidado. Como plantea la filósofa, Diana Maffía, en Argentina, las mujeres hemos accedido a la educación, nos hemos capacitado y en educación superior nos graduamos en mayor proporción que los hombres. Lo contrario no ha ocurrido: los hombres no han ocupado de la misma forma las cocinas y los otros espacios domésticos. Las mujeres seguimos siendo las principales responsables del trabajo doméstico (limpieza del hogar, comida) y del cuidado de las personas (no sólo los hijos, también personas con discapacidad, personas enfermas y personas mayores), trabajo que no es reconocido ni remunerado lo que implica que, más allá de los techos de cristal, hay pisos pegajosos que nos impiden despegar y muros invisibles que se agudizan y se hacen más altos con la edad.

“Hay mujeres de mi edad que cuidan a sus padres y también a sus nietos. Hacen triple jornada laboral”, María Armana, Laboratorio de Ideas.

Reconocer que el cuidado es una actividad esencial y que no puede recaer solamente en las mujeres es una idea revolucionaria, según María Angeles Durán. Porque existen las personas que cuidan, las que son cuidadas y las que no cuidan. Debemos hacer un cambio radical en esta distribución del cuidado y replantearnos la costumbre y la tolerancia excesiva con los que no se ocupan de los demás.

Mª Ángeles Durán, nos plantea que en los países desarrollados, está surgiendo una nueva clase social estrechamente vinculada al envejecimiento: el “cuidatoriado”, aquellas personas que se dedican al cuidado, sea remunerado o no. “Son personas cuya ocupación no es ni la agricultura ni la industria, sino cuidar. Una clase que en ocasiones cuenta con malas circunstancias y, por lo general, no recibe ningún tipo de cobertura económica”. Durán explica que esta nueva clase social el “cuidatoriado”, al igual que el “proletariado” se encuentra muy desprotegida, y es un nuevo actor que la pandemia puso en el radar internacional. Mostró que no toda la gente que cuida puede y debe cuidar y que el colectivo de las personas que no cuidan, aquellas egosistémicas, demanda un cuestionamiento social profundo y transformador.

Gestionar el cuidado y gestionar la longevidad son parte del mismo proceso desafiante e innovador que requiere que todas las personas podamos hacernos cargo de nuestro propio nicho ecológico con responsabilidad y equidad. Que aquellas personas que no cuidan pasen del egosistema al ecosistema y aprendan a cuidar. El cuidado ecosistémico necesita políticas públicas lúcidas que impulsen el nivel individual, familiar y colectivo de manera colaborativa y pacífica, para que además de nuestro nicho ecológico, logremos el cuidado amplio, el de la especie humana y del planeta.

Después de este recorrido por las urgencias y oportunidades del momento actual, surge fuerte la pregunta: ¿Si no es ahora, cuándo?


Por Mercedes Jones (75) Socióloga. Dra. en Ciencias Sociales. Directora de Proyectos del Centro de Innovación Social de la Universidad de San Andrés