Noviembre 2021

Columnas de opinión del Procurador General

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"Una luz de esperanza en medio de una larga y dolorosa crisis”

Desde hace varias décadas nuestro país arrastra un grave proceso de atraso y empobrecimiento. Nadie en su sano juicio puede cuestionar esta dolorosa realidad. La deseada y feliz recuperación de la democracia a partir de 1983 no ha logrado per se impedir la dramática situación a la que hemos llegado de contar con la mitad de la población en la pobreza. Es una triste y lamentable realidad que nos conmueve e intima, de una vez por todas, a su más pronta y eficaz remediación.

Es verdad que son muchos los factores y causas que durante un largo y penoso período de tiempo nos han llevado al actual estado de situación. Una crónica inflación, el elevado déficit fiscal, la falta de previsibilidad y seguridad jurídica, un régimen impositivo y laboral que desalienta la inversión y la creación de empleos, la ausencia de políticas de Estado, y la progresiva pérdida de la cultura del trabajo pueden explicar, entre otras razones, el resultado de nuestras desdichas y frustraciones.

En este ya maltrecho escenario desde el año pasado sufrimos la pandemia, con una larga cuarentena que agravó aún más la situación, no ya tan solo por las penurias económicas que se profundizaron sino también por el impacto que el encierro tuvo en nuestras vidas.

Hace pocos días tuvimos las elecciones legislativas cuyos resultados expresan que una mayoría de la población del país evidenció su descontento y rechazo al Gobierno Nacional frente a esta dura realidad. No es del caso adentrarse en un análisis político pero está claro que tras una etapa inicial de mayor coordinación frente a la novedosa e imprevisible emergencia sanitaria que atravesábamos, proliferaron luego decisiones más improvisadas y antojadizas, y también un ejercicio del poder con irritantes privilegios; ha faltado diálogo, tal vez porque se apostó más a la profundización de la grieta. El diseño institucional de un poder real que no reside en el más alto escalón del Poder Ejecutivo pudo haber servido para ganar una elección pero mostró sus serias limitaciones en la faz arquitectónica. Y en la cúspide del poder real pareció prevalecer, ante todo, el objetivo de intentar mejorar la suerte personal en muchas y graves causas judiciales.

Más allá de lo que se intente tergiversar, lo cierto como decíamos es que el veredicto popular en los recientes comicios ha sido por demás claro y significativo. Frente a la oscuridad de la grave crisis que transcurrimos surge una luz de esperanza de que un cambio es posible a partir de la reafirmación de sanos valores republicanos, de un mayor equilibrio entre las fuerzas políticas en ambas cámaras del Parlamento que evita la sanción de leyes por mayorías automáticas, la posibilidad cierta de una futura gestión más eficiente y de una demanda de mayor ejemplaridad en las conductas de quienes nos gobiernen.

Quedan todavía dos años hasta las próximas elecciones presidenciales. Sería deseable que las actuales autoridades nacionales realicen una evaluación serena y profunda del cuadro de los problemas que atravesamos y se dispongan a actuar en consecuencia. A la principal fuerza política opositora le toca ahora ejercer su rol en el Congreso Nacional con la mayor responsabilidad, y afrontar a su vez con madurez el proceso interno de definir sus propuestas y candidatos para el próximo turno electoral.

Tenemos por delante un tiempo sumamente complejo por el delicado cuadro de nuestro paisaje social y económico, ello sin descartar inclusive el riesgo de un latente y posible reagravamiento de la emergencia sanitaria, que esperamos no ocurra. Pero el reciente resultado electoral invita también a mantener una actitud positiva y optimista, redoblar los esfuerzos y contar con la mayor perseverancia y lucidez para atravesar las tormentas y lograr recuperar la ruta, perdida hace ya mucho tiempo, que finalmente nos encamine en la senda del progreso y el desarrollo integral.

Los saludo con mi mayor cordialidad