Julio 2016

Columnas de opinión del Procurador General

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Con diálogo federal

Acabamos de vivir días de fiesta celebrando los doscientos años de la Independencia de la Patria. Hubo vigilias en la noche previa en muchos lugares, y el 9 de Julio tuvieron lugar festejos en casi todas las ciudades y pueblos del país. En Buenos Aires asistimos en las vísperas a un maravilloso espectáculo artístico al aire libre al lado del Teatro Colón que supo sintetizar sin estridencias ni enfrentamientos distintos momentos y manifestaciones de nuestra vida común. Miles de personas se congregaron en las calles movidos por el deseo de reunirse para el festejo en común, y esa noche el calor de estar juntos pudo más que el frio invernal.

Sin dudas, el epicentro estuvo en Tucumán, en esa tan querida Casa Histórica que forma parte entrañable de nuestros recuerdos y emociones. Frente a su puerta, el presidente de la República junto a los gobernadores de las provincias dirigió un mensaje llamando a la unidad e invitándonos a todos a recorrer y reducir juntos “esa brecha entre la Argentina que somos y la que podemos ser, entre la Argentina que somos y la que vamos a ser”. Tanto en esa jornada como al día siguiente volvimos a nuestras mejores tradiciones con un desfile de bandas y fuerzas militares que generaron un sincero y espontáneo regocijo popular.

Fueron todas celebraciones austeras, sin mensajes altisonantes ni pretensas “bajadas de línea” desde el poder, donde solo fue protagonista la gente expresando de modo auténtico la vocación de juntarse para festejar este aniversario tan especial.

Como decíamos, por estos días todas las miradas y los corazones se dirigieron a Tucumán. Días antes de la fecha patria, la Asamblea Legislativa sesionó allí por vez primera, y varios magistrados judiciales de diversas procedencias se dieron cita. Muchos abogados que hoy nos desempeñamos en el sector público también dimos el presente.

En efecto, el pasado 23 de junio tuvo lugar en la capital tucumana el Encuentro Extraordinario de Abogacía Pública, que congregó a una nutrida cantidad de abogados que actúan como fiscales de Estado y secretarios legales y técnicos en las distintas provincias junto con importantes autoridades nacionales, con la intención de intercambiar ideas y celebrar juntos los dos siglos de vida independiente. Además de rendir homenaje a nuestros próceres en la Casa Histórica, nos reunimos en un gran salón con sillas dispuestas en forma circular para conversar sobre los temas propios de nuestras labores, enriqueciéndonos mutuamente con los aportes y experiencias de cada uno.

Desde la Procuración General de la Ciudad de Buenos Aires fuimos impulsores de esta iniciativa, y también participamos junto con el Gobierno de la provincia de Tucumán en la organización de unas Jornadas de Derecho Público que tuvieron lugar en forma simultánea. Está claro que esto solo fue posible merced al nuevo clima que se vive en el país a partir del cambio de gobierno, y que, en el caso, bien podría resumirse en la expresión de un fructífero “dialogo federal”.

La política tiene por definición un marcado carácter dialogal, y ello implica alteridad, supone y exige del otro. Para ser fecundo el diálogo debe ser en torno a una mesa, entre iguales, franco y abierto, para poder escuchar e incorporar aquello de verdad que puede brindarme el otro. Es lo contrario del monólogo en el que solo uno es protagonista, y alcanza con un atril. Solo los consensos amplios nos permitirán dejar de lado la concepción del ejercicio del poder como la imposición de mayorías circunstanciales para dar espacio a la generación de políticas de Estado, con permanencia en el tiempo más allá de los cambios de gobierno.

Entre nosotros, la democracia, además de representativa y republicana, tiene un fuerte sesgo federal porque fueron las provincias quienes históricamente decidieron conformar el gobierno nacional. Pero ese federalismo que está en nuestras raíces y en nuestro proyecto de país exige ser reconstruido. No es del caso reseñar aquí que durante décadas un malsano centralismo terminó ahogando las autonomías provinciales; pero sí decir que este proceso debe ser revertido para dar lugar a un camino de crecimiento más equilibrado y justo en todas las regiones y lugares de nuestra inmensa geografía.

Hay muchas cosas por hacer para que el país pueda retomar la senda del progreso. Una de ellas es recrear el diálogo federal, que será la llave maestra para encontrar juntos los consensos y las políticas duraderas que nos permitan alcanzar el verdadero desarrollo.